Mensual

Fascinantes, apetecibles y tiernos

Observar a la gente es algo que siempre me ha gustado hacer. Admirarles en el paso de su día a día, pasando desapercibidos para sí mismos. Me ayuda a mirar al mundo con ternura. Sí, sí… con ternura. A pesar de los desastres, de las guerras, de los malos pronósticos y del resto de motivos para encerrarse en casa agazapado.

Con ternura. 

Me gusta aquello que me hace mirar con ternura el mundo, y la gente, cuando me paro a mirar de verdad a mi alrededor, me la evoca.

Me fascina cómo obviamos nuestra heroicidad cotidiana: cuando madrugamos, cuando desayunamos somnolientos, cuando nos cruzamos en el metro con cientos de personas sin mirarles a los ojos,  cuando convertimos nuestro ruido mental en la única música que escuchamos durante horas, cuando nos desplomamos frente al televisor después de cenar agotados ya tras la jornada…

Fascinantes. Apetecibles. Tiernos…

Si crees que lo que digo es una chorrada te invito a hacer un viaje a un país que no tenga nada que ver con el tuyo. Un lugar que no tenga ninguna referencia a tu rutina diaria ni a tu visión del mundo. Ya verás como te parecerá fascinante cualquier gilipollez que observes a tu alrededor… Nada como no entender del todo lo que está pasando a tu lado. Milagrosa cura, oye.

Mirarías a todas partes, callado y sorprendido, sonreirías para tus adentros e inevitablemente todo te parecería

                                         fascinante,

                                                            apetecible,

                                                                                 y tierno.

Hasta salivarías hambriento de Vida.

Repasando un viaje a Vietnam que hice en el 2014 he recordado esas sensaciones de las que hablo. Hacía un calor insoportable y no paraba de sudar,  pero nada como no entender del todo lo que está pasando a tu lado.

Milagrosa cura.

¿Lo llamarías azar?

Supongamos que durante años has estado haciendo algo que no sabías muy bien por qué lo hacías. No hablo de lo típico que se dice cuando no entiendes muy bien el motivo por el que lo haces, pero sientes que algo hay. Hablo de estar completamente perdido, de hacerlo simplemente porque puedes.

Imagina que el que fabrica puzzles, en vez de hacer el dibujo y luego trocearlo, empezara por las piezas y luego viera que sale. 
Con la suerte de que encima le encaja.

Imagina que ni siquiera supiera que está fabricando un puzzle. Simplemente hace recortes y los va guardando en una caja. 

Imagina que ni siquiera pensaba que los estuviera guardando, más bien que los estaba tirando en un cubo de basura porque eso no servía para nada.

Y que un día alguien abre el cubo para tirar ahí su pieza. Y de repente todo encaja.

¿Lo llamarías azar? ¿Lo llamarías constancia?

¿Y si te digo que sí, que este trabajo va sobre piezas que encajan juntas, pero no sólo visualmente?


PD: Si estás viendo este post en el móvil, lo siento, te estás perdiendo la mitad del puzzle.

Gracias Kate, Aziza, Eva, Sam, Irene, Alba, Ana, Mery, Sel, Annie, Jules por dejarme probar hasta cuando no sé lo que hago.

Más:

Vorágine.

No sé si tengo algo que decir, creo que estoy vacía, luego vuelvo a mirar y todo es un tornado, solo que estoy en el centro, ¿puede estar más usada esta metáfora?

Me enfado una y otra vez. En silencio. Por dentro. Desde el centro del huracán y el ruido de su vorágine se lleva mis gritos al lado oculto de la luna, donde nada se puede escuchar, quizás es por eso que no tengo nada que decir, porque ya todo se ha ido.

Mientras el viento me mece, me doy cuenta de que no estoy sola, hay gente alrededor, pero ¿qué aportan?

La respuesta no llega, el viento no me la quiere dar, ellos no contestan, solo intentan hablar de sus temas vacíos, de sus interés más cercanos y nunca de nada ajeno a ellos y ahí nos quedamos todos, en la zona de confort.

Es por eso que me separo, no son recipiente adecuado para mi llanto, no son mala gente, pero no son para mí, necesito irme, necesito no estar cerca de gente vacía, porque termino creyéndome que la vacía soy yo. Aunque quizás sea así.

Y esta preciosa sesión es gracias al lindo girasol de @heyitsjules_ con la que fue todo un placer compartir la mañana y me regalo una linda polaroid, además de estos bonitos recuerdos.

Grados de tolerancia

El 'Deberías sacar mas cosas', junto al 'con el arte que tienes y te estas desperdiciando' y por último un implacable 'ya no triunfas porque no eres constante'.

Intentan que el arte (o lo que coño sea este desahogo) esté supeditado a otras personas, a los 'clientes' y que tú produzcas para ellos, que te sientas culpable si no cumples como si pudieras valer menos por ello.

Es ese momento en el que entro en crisis existencial, ¿quiero triunfar? lo jodido es que la respuesta es obvia y es no, no hago na' por los clientes, lo hago por mi alma y nadie debería creerse con derecho a exigirme a secarme el alma.

Y miro alrededor y veo un colectivo que no sabe defenderse y se hunde en la vorágine de vértigo de creación de contenido a la que nos expone la virtualidad del arte.

No sé que decir con esto, me he obligado a escribir esto por el 'se lo debo' y así es como las cosas no salen, sólo noto mis manos queriendo alejarse del teclado, solo noto que esta no soy yo, que me estoy traicionando.

Pero, todo el mundo lo hace ¿no? crear-destruirse-crear-destruirse, el puto bucle de la existencia, pero ¿qué pasa si coges la curva demasiado rápido?

Siempre he sido una mujer muy autodestructiva, pero pretendéis que sea una bomba atómica y rompa lo único que un dia protegió mi alma.

Lo siento, no seré yo quien le coja tolerancia a la fotografía, porque sea lo que hace todo el mundo.

Estas fotos son gracias a @haabibii/@lagatitapurpurina siendo demasiado bella para esta vida con los pinceles de @serpiente.muah y la inestimable compañia del serpabello afilapalos @miki_mahou

El ojo versus la memoria

Uno tiende a mirar el pasado lejano y verlo siempre manso y tranquilo. Afortunadamente hace ya tiempo me curé de la insana costumbre de  mirar atrás con añoranza y regodearme en recuerdos edulcorados con la distancia.

No obstante hoy querría compartir rincones de un lugar plagado de risas, días largos y apacibles y atardeceres acompañados con una sinfonía de insectos.  Es una casa en la que siendo niño pasé varios veranos y recientemente he tenido la oportunidad de volver a visitarla .

A pesar de que la casa ha cambiado (ha envejecido, digámoslo claramente), he podido reconocer todos esos rincones que guardan un momento especial. Uno ya no sabe si son espacios físicos o recovecos en el corazón que todavía atesoran sensaciones  difuminadas por los años de distancia: el cuerpo secándose al sol tras el baño, el azul del cielo que se hacía infinito sobre nuestras cabezas, el grato cansancio tras haber estado buceando una y otra vez hasta llegar a tocar el fondo de la piscina, la piedra caliente sobre la que caminas descalzo, el follaje donde pájaros e insectos buscan refugio,  el olor de la comida preparándose en la cocina, el limonero y su aroma, los árboles como guardianes atentos a nuestros juegos, el espectáculo del ocaso como ritual para finalizar el día. En fin, esos eternos veranos, elásticos e inagotables, en los que te daba tiempo incluso a tener nuevas ganas de comenzar el curso escolar.

Contemplo hoy todos los rincones donde esto aconteció. Nada queda de ellos. Sólo mi amable recuerdo.

No me da pena, no siento pérdida. Aproveché el momento ¿qué quedaría por añorar? Nada.

Las risas siguen sonando, incluso  en mitad del frío y del escombro.  Puede costar oírlas pero es sólo cuestión de paciencia. Saldrá nuevamente el sol, calentará los cuerpos y la brisa. Antes de que te des cuenta se te caerá de la boca una sonrisa tímida.

¿Puedes oírlas  en las fotos?

Quizá sería más apropiado preguntar: ¿puedes oírlas a pesar de las fotos?

Un equilibrio infundado

Me prometí que en febrero tocaba color, que basta de artículos deprimentes porque mi vida no es deprimente. Tengo un trabajo ambicioso. Tengo una familia que me quiere. Unos amigos maravillosos. Y aquí me encuentro escribiendo otro artículo en blanco y negro con otro texto un poco intenso.

Así que lo he tirado a la basura. Basta de artículos infelices. Hablemos de algo feliz. Hablemos de Aziza. Nos conocimos hace tres años cuando yo andaba en un proyecto de fotografía de baile por la calle. Me ofreció paciencia cuando no sabía lo que estaba haciendo. Me regaló grandes fotos en la Gran Vía y la Puerta de Alcalá. Es de esas personas que parece que saben mejor que tú donde están tu límites. 

Se fue a Barcelona hace dos años. Y volvió con una idea en la cabeza y un traje a medida en la mochila. Una idea que quería hacer conmigo. No sé cómo transmitiros el sentimiento de que una persona se mude, estéis meses o años sin veros y vuelva con un proyecto que quiere plasmar contigo y sólo contigo

_DSF9141.jpg

No sé como transmitiros el vértigo de darle a alguien una parte de ti y que siempre te devuelvan una parte suya aún mayor. Da vértigo porque siempre he vivido creyendo que la vida equilibra. Un equilibrio donde el balance está basado en tanto doy, tanto recibo.

Y resulta que no. Que es totalmente infundado. No existe ese equilibrio, porque todo lo que doy me vuelve siempre multiplicado con creces.

_DSF9056 1.jpg

Rojo

Quería deshacerme del frío, así que puse un carrete rojo.

Del color del incendio.

Del color de la granada.

De las revoluciones.

De los atascos.

Del cielo en las tardes que arden.

De las heridas.

De las cunetas en primavera.

De rojo se tiñe la nieve, de rojo el tren y las calles de Londres. El invierno es sólo una ilusión. El rojo es eterno.

El teorema de incompletitud

2 de febrero de 2018

He leído un texto de Hugh Mackay que se me ha metido en la cabeza. Ataca ese concepto tan nuestro de que el objetivo de la vida es perseguir la felicidad. Ese concepto es basura y nos hace daño. Lo que deberíamos estar persiguiendo es sentirnos completos. Y eso también incluye la tristeza, la decepción, la frustración y el fallo. Todo eso también es parte de nosotros. Sí, la victoria y la felicidad también, pero nos enseñan muy poco. Nos animan a olvidarnos rápido cuando sufrimos, y eso sólo nos hace que la siguiente vez que suframos no estemos preparados. 

18 de octubre de 2022

Escribí ese párrafo hace 4 años y medio. No me acuerdo exactamente cuando, pero me imagino que al salir de un curso de fotografía que nos cambió a Andrea y a mí. No he sido capaz de completar esta entrada hasta hoy. Reconozco que escribí la parte de perseguir la felicidad pensando en una persona, y la parte de (no) sentirnos completos pensando en mí.

16 de octubre de 2022

Sí. Hemos ido atrás en el tiempo. Hoy he parado en esta cafetería y no esperaba encontrarte allí. Después de 2 años sin vernos. En esa cafetería que está en frente del primer estudio que compartí con Miki. La vida es cíclica. De la sorpresa, no sentí nada al principio. Pero en mi cerebro sonó: por favor no, no quiero estar de vuelta en 2020.

13 de febrero de 2020

Más atrás en el tiempo, pero te prometo que tendrá sentido. Me acuerdo perfectamente del día que decidí que no quería hablar más contigo. Era el día que hice estas fotos. 3 semanas después estábamos confinados.

31 de agosto de 2022

Vuelta al 2022. Acabo de volver de la Palma. Fue el último viaje que hice antes de encerrarnos. Era el primer viaje que quería hacer después. Era mi manera de decirme a mí mismo que esa etapa estaba cerrada. Quería cerrar el círculo. Mientras recorría la misma exacta carretera, recordé ese momento 2 años antes en el que tomé esa decisión que os cuento más arriba. Qué poco has avanzado en 2 años, sentí. Aunque no era verdad. Fue la última vez que pensé en ello.

17 de octubre de 2022

De vuelta casi al presente. Te reconozco que hoy he dormido regular. En un intento de desahogo, cogí el whatsapp a primera hora y escribí “Miki, no te vas a creer a quién me he encontrado.” […]

“¿Y tú cómo estás? ¿Revuelto?” Maldito Miki. Revuelto es la palabra.

“No te preocupes, verás que pedazo de post en Vemödalen.” Y aquí estoy, dándole la razón. Espero.

18 de octubre 2022

No sabía cuándo escribí el primer párrafo que iba a terminar escribiendo esta historia en primera persona.

Qué poco has avanzado en 2 años. Hoy ha vuelto el pensamiento intrusivo. Pero no es verdad. He hablado conmigo mismo un rato y he llorado un poco mientras escribía esto, pero no me he sentido roto. Al contrario. Me he sentido liberado. Qué 2 años más duros eh, pero mira lo que hemos avanzando.

Hoy 18 de octubre, me he sentido por fin completo.

* Le pregunté a Midjourney qué era el teorema de incompletitud. Y generó la imagen que veis en la cabecera.

Lugares fotográficos

Nos pasará a todos supongo:  hay situaciones u objetos que, sin saber porqué, nos inquietan porque percibimos en ellos un mensaje directo para nosotros y no somos capaces de descifrarlo en su plenitud. Nos quedamos en ese salto incompleto que, sin poder llamarlo conocimiento, quizá podríamos dejarlo en “intuición”.  Es la sensación de reencontrarse con un viejísimo recuerdo y, de lejano que es, no saber ubicarlo ni reconocerlo… y sin embargo hay algo que te advierte de la verdad que para ti se esconde en eso.

Viene a ser como encontrar un mapa del tesoro en el que sólo reconoces partes del dibujo sin llegar a tener muy claro qué es.

En mis fotografías más personales hay determinadas temáticas que son recurrentes. No sabría muy bien detallarlas porque en realidad lo que se repite son determinados objetos o hechos que para mí esconden alguna verdad a punto de ser desvelada. Fotografiarlas es como desnudarlas en plena oscuridad… en realidad, las sigues sin ver pero, al menos, hay ese acercamiento en la penumbra.

Es como mirar de soslayo un escote incipiente (clarea el alba y sin embargo el sol todavía no se deja ver), o como cuando te pierdes en los pasillos de un supermercado buscando desesperadamente un producto y resulta que lo tienes delante. A veces tengo la sensación de que el mensaje oculto es tan evidente que se me escapa a la vista de tan cerca que lo tengo.

En realidad son los temas de siempre relacionándose, en este caso, a través de lo orgánico y efímero –la fruta, el cuerpo humano…– y lo inmutable, artificial, rígido e inerte –la mano de madera, el maniquí…–. Aparece también ese salto incompleto hacia el otro en la medida en que algún rostro no se puede identificar. Supongo que deben hacer alusión a arquetipos mentales, de esos que se esconden en lo profundo de la psique, y te hacen ir a ellos una y otra vez sin llegar a encontrar lo que buscas. Son lugares fotográficos que frecuentas como esos sueños repetitivos que pierden su sentido en cuanto despiertas.

El reto es sostener la pregunta sin intentar  responderla.

Quema entre las manos pero me deja en el pecho un sabor a honestidad que compensa.

Antes de finalizar quiero agradecer a Ana haberme acompañado desde hace años  en mis viajes a esos lugares fotográficos. Compartimos esa llave mágica que nos lleva a través del espejo.

Carta a mi futuro yo

¿Qué año tan jodido eh? Un cambio de trabajo y un alma rota. Lo sentimos, no se admiten devoluciones cuando es por desgaste de las piezas. Ha sido tan intenso que seguramente no recuerdes nada desde el 13 de febrero. Salvo la fecha, y somos una persona que siempre se olvida de las fechas, ¿eh?

Ha sido movido, de altibajos. De estar en la cima del mundo y al instante siguiente en la fosa más honda. Porque es lo que tienen las montañas rusas, son divertidas y te hacen vivir emociones. Pero las vives todas, hasta las que no quieres. 

Sí, qué momentos tan duros. Momentos en los que sólo éramos un montón de músculo y piel tirados en el suelo, dejando que las piezas se cayeran solas. Sí, las rotas. Por desgaste.

Pero y todo lo que hemos aprendido, ¿qué? Que sólo nos centramos en lo malo. Hemos aprendido a soltar lastre. A decir que no a personas que no nos valoran, a trabajos que no nos llenan. Si no te pone los pelos de punta, no lo hagas. Si no estás como loco por contárselo a alguien, no lo hagas. Si puedes dejar de pensar en ello, no lo hagas.

Si no estás dispuesto a enredarte, aún cuando no se ve que hay más allá de la maraña, no-lo-hagas.

_DSF8753.jpg

Esto no es un balance del año al uso. Es un recordatorio de que todos los años son algo jodidos, y todos los años son algo maravillosos. Te lo dejo por escrito para que, si dentro de un año estás en una cima, recuerdes que seguramente haya un pozo rondando cerca.

Te lo dejo por escrito para que recuerdes que después de cada pozo siempre hemos encontrado una cima.

PD: Gracias Irene por ser siempre que lo necesito mis músculos y mi piel.