Número 8

Cuando se acabe el agua

Dicen que cuando el Tajo estaba crecido las aguas devoraban el Puente del Cardenal, ocultándolo bajo su manto. Hoy esa imagen es imposible de creer.

Es febrero y no ha llovido. Las orillas del río están surcadas por líneas que nos cuentan hasta qué altura llegó una vez. 

Y cómo cada año lleva menos y menos agua. 

Los pilares del Puente del Francés también dan cuenta de la debacle. Hace no mucho tiempo el agua los cubría casi por completo. Ahora, desnudos, muestran sus estrías. 

Sigue sin llover. El Tajo agoniza, ya no es ni sombra de lo que una vez fue. 

Buendía es un erial. Paseando por los lodos que antes cubría el Mar de Castilla vemos conchas incrustadas entre las grietas de una tierra cada vez más seca.

Los restos del embalse de Entrepeñas cuentan la misma historia. La tierra extraña un agua que nunca debió estar ahí. 

Sin darnos cuenta nos volvemos desierto, nos inunda la aridez. El horizonte no es desolador, es terrorífico. Y tú, ¿Qué harás cuando se acabe el agua?

Fascinantes, apetecibles y tiernos

Observar a la gente es algo que siempre me ha gustado hacer. Admirarles en el paso de su día a día, pasando desapercibidos para sí mismos. Me ayuda a mirar al mundo con ternura. Sí, sí… con ternura. A pesar de los desastres, de las guerras, de los malos pronósticos y del resto de motivos para encerrarse en casa agazapado.

Con ternura. 

Me gusta aquello que me hace mirar con ternura el mundo, y la gente, cuando me paro a mirar de verdad a mi alrededor, me la evoca.

Me fascina cómo obviamos nuestra heroicidad cotidiana: cuando madrugamos, cuando desayunamos somnolientos, cuando nos cruzamos en el metro con cientos de personas sin mirarles a los ojos,  cuando convertimos nuestro ruido mental en la única música que escuchamos durante horas, cuando nos desplomamos frente al televisor después de cenar agotados ya tras la jornada…

Fascinantes. Apetecibles. Tiernos…

Si crees que lo que digo es una chorrada te invito a hacer un viaje a un país que no tenga nada que ver con el tuyo. Un lugar que no tenga ninguna referencia a tu rutina diaria ni a tu visión del mundo. Ya verás como te parecerá fascinante cualquier gilipollez que observes a tu alrededor… Nada como no entender del todo lo que está pasando a tu lado. Milagrosa cura, oye.

Mirarías a todas partes, callado y sorprendido, sonreirías para tus adentros e inevitablemente todo te parecería

                                         fascinante,

                                                            apetecible,

                                                                                 y tierno.

Hasta salivarías hambriento de Vida.

Repasando un viaje a Vietnam que hice en el 2014 he recordado esas sensaciones de las que hablo. Hacía un calor insoportable y no paraba de sudar,  pero nada como no entender del todo lo que está pasando a tu lado.

Milagrosa cura.

¿Lo llamarías azar?

Supongamos que durante años has estado haciendo algo que no sabías muy bien por qué lo hacías. No hablo de lo típico que se dice cuando no entiendes muy bien el motivo por el que lo haces, pero sientes que algo hay. Hablo de estar completamente perdido, de hacerlo simplemente porque puedes.

Imagina que el que fabrica puzzles, en vez de hacer el dibujo y luego trocearlo, empezara por las piezas y luego viera que sale. 
Con la suerte de que encima le encaja.

Imagina que ni siquiera supiera que está fabricando un puzzle. Simplemente hace recortes y los va guardando en una caja. 

Imagina que ni siquiera pensaba que los estuviera guardando, más bien que los estaba tirando en un cubo de basura porque eso no servía para nada.

Y que un día alguien abre el cubo para tirar ahí su pieza. Y de repente todo encaja.

¿Lo llamarías azar? ¿Lo llamarías constancia?

¿Y si te digo que sí, que este trabajo va sobre piezas que encajan juntas, pero no sólo visualmente?


PD: Si estás viendo este post en el móvil, lo siento, te estás perdiendo la mitad del puzzle.

Gracias Kate, Aziza, Eva, Sam, Irene, Alba, Ana, Mery, Sel, Annie, Jules por dejarme probar hasta cuando no sé lo que hago.

Más:

Vorágine.

No sé si tengo algo que decir, creo que estoy vacía, luego vuelvo a mirar y todo es un tornado, solo que estoy en el centro, ¿puede estar más usada esta metáfora?

Me enfado una y otra vez. En silencio. Por dentro. Desde el centro del huracán y el ruido de su vorágine se lleva mis gritos al lado oculto de la luna, donde nada se puede escuchar, quizás es por eso que no tengo nada que decir, porque ya todo se ha ido.

Mientras el viento me mece, me doy cuenta de que no estoy sola, hay gente alrededor, pero ¿qué aportan?

La respuesta no llega, el viento no me la quiere dar, ellos no contestan, solo intentan hablar de sus temas vacíos, de sus interés más cercanos y nunca de nada ajeno a ellos y ahí nos quedamos todos, en la zona de confort.

Es por eso que me separo, no son recipiente adecuado para mi llanto, no son mala gente, pero no son para mí, necesito irme, necesito no estar cerca de gente vacía, porque termino creyéndome que la vacía soy yo. Aunque quizás sea así.

Y esta preciosa sesión es gracias al lindo girasol de @heyitsjules_ con la que fue todo un placer compartir la mañana y me regalo una linda polaroid, además de estos bonitos recuerdos.