Número 43

El Nueva York de Carmen Martín Gaite

La Visión de Nueva York de Carmen Martín Gaite está llena de collages, fotografías y textos. Al igual que en su día hizo esta escritora a la que admiro tanto, me he propuesto hacer un cuaderno de viaje sobre una ciudad a la que no me canso de ir. Pero los días pasan y mi cuaderno no crece, se ha quedado estancado en unas cuantas imágenes analógicas.

Supongo que es el primer paso. Tengo la base para que mis collages florezcan, aunque no le haya dedicado el tiempo suficiente. Quién sabe. A lo mejor algún día puedo marcharme unos meses fuera de mi ciudad y empezar a escribir, fotografiar, cortar y pegar sin tener que pensar demasiado.

Martín Gaite decía que lo raro es vivir. A mí vivir siempre me ha parecido rarísimo y por eso me siento muy unida a ella (además de porque sus libros me llegan al alma). Creo que hacer un álbum sería un buen homenaje.

Igual algún día de estos.

Siempre costó decir adiós

Amelia le contaba a su amiga  lo impactada que estaba tras la reciente muerte de su madre. Había vivido lo suficiente, 91 años,  pero los últimos tres años de vida fueron especialmente duros. El alzheimer y la demencia senil hicieron desaparecer a la mujer lúcida que tanto había idolatrado. Su muerte era en realidad una muerte a medias, a plazos. Para ser exactos empezó a morirse realmente cuando se le olvidaba momentáneamente quién era esa mujer tierna y afable que la visitaba sistemáticamente en la residencia. En un principio esos lapsus le duraban unos segundos y enseguida recobraba la memoria “Ay hija, qué tontorrona estoy. ¿Te puedes creer que se me había olvidado tu nombre?” preguntaba con risa forzosa para intentar ocultar su inquietud.

A los 5 meses ya no era capaz de reconocerla durante periodos de más de 1 hora, sin embargo era curioso cómo en las fotos de cuando era joven se seguía reconociendo y contaba los pormenores de sus amistades y de cuando conoció a su marido, el padre de Amelia.

Al año ya ni siquiera reaccionaba con curiosidad a las fotos de antaño. Miraba con curiosidad pasmada a Amelia, como confundiéndola con otra empleada más de la residencia.  

“Lo más duro no era que no supiera quien soy. Lo más duro fue ver cómo ni siquiera se acordaba de mi padre. ¡Mi madre adoraba a mi padre y ni siquiera era capaz de recordar que había estado casada toda su vida!” sollozaba Amelia.

Durante ese último año de vida de su madre, a pesar de que el diagnóstico no dejaba dudas, Amelia no se atrevió a tocar el dormitorio de su madre. Lo mantenía intacto: la cama, las fotos, los detalles de las estanterías… Como si su madre fuera a volver de un largo viaje y fuese a agradecerla encontrarlo todo tal como lo dejó.

Tras su muerte decidió que lo mantendría así de manera indefinida. Era el único espacio en que podía volver a encontrarse con la mujer que había sido su madre.

Estas piedras

Ya son muchos años fotografiando estas piedas. Piedras que dan calor y que son casa.

Alguien antes que yo las fotografió, con la misma cámara, con la misma admiración.

Esta luz calienta la piel y calienta el alma.

Septiembre tras septiembre estas piedras, este agua y esta luz me abrazan y me susurran: no estás sola, estoy contigo.

Welcome to a new world

Imagine a world where computers can imagine. Imagine a world where you don’t have to master your brushes to give form to your ideas. A world where you can tell computers how you feel, and they tell you how it looks like. This is where dreams come true.

How does this work? You tell /imagine to a computer and it replies. Isn’t it magic?

/imagine. This is how Midjourney dreams. This is how humans sparkled the change.

La voz que te acompaña

¿Habéis probado alguna vez a viajar solos? Habrá mucha gente que os diga que es aburrido, que para ir rápido, ve sólo, pero para llegar lejos, ve acompañado. Que ir solo es un fracaso.

Pero la realidad es que no vas solo. Hay una voz dentro que va contigo y te susurra dudas. Constantemente. Te dice no, que por qué. Será aburrido. Será raro. La gente te mirará. Menuda vergüenza pedir mesa para uno. No se calla, solo dejas de escucharla cuando hablas con otras personas. Lo sé, es ruidosa y está siempre ahí intentándose hacer notar. Por eso buscamos constantemente compañía.

¿Sabes qué? Lo mejor es que la hables. Que os conozcáis. Entiende qué es lo que le da miedo. Aprende lo que le gusta. Y, como pasa normalmente cuando conoces a alguien con el que no te llevas totalmente bien, resulta que no era tan mala persona. Seguramente sólo tenía un poco de miedo. Vais a tener que hablar mucho antes de caeros bien. Seguramente pasar muchos kilómetros de coche o de avión a solas. Pero es una conversación que merece la pena que tengas.

Es el copiloto que va contigo toda la vida. El que te anima a hacer cosas aunque den un poquito de miedo. El que antes te hablaba de miedo, ahora solo te habla de cuán excitante puede ser todo. De cuán bonito es coger una cámara por Tenerife y mirar donde nadie mira.

El teorema de incompletitud

2 de febrero de 2018

He leído un texto de Hugh Mackay que se me ha metido en la cabeza. Ataca ese concepto tan nuestro de que el objetivo de la vida es perseguir la felicidad. Ese concepto es basura y nos hace daño. Lo que deberíamos estar persiguiendo es sentirnos completos. Y eso también incluye la tristeza, la decepción, la frustración y el fallo. Todo eso también es parte de nosotros. Sí, la victoria y la felicidad también, pero nos enseñan muy poco. Nos animan a olvidarnos rápido cuando sufrimos, y eso sólo nos hace que la siguiente vez que suframos no estemos preparados. 

18 de octubre de 2022

Escribí ese párrafo hace 4 años y medio. No me acuerdo exactamente cuando, pero me imagino que al salir de un curso de fotografía que nos cambió a Andrea y a mí. No he sido capaz de completar esta entrada hasta hoy. Reconozco que escribí la parte de perseguir la felicidad pensando en una persona, y la parte de (no) sentirnos completos pensando en mí.

16 de octubre de 2022

Sí. Hemos ido atrás en el tiempo. Hoy he parado en esta cafetería y no esperaba encontrarte allí. Después de 2 años sin vernos. En esa cafetería que está en frente del primer estudio que compartí con Miki. La vida es cíclica. De la sorpresa, no sentí nada al principio. Pero en mi cerebro sonó: por favor no, no quiero estar de vuelta en 2020.

13 de febrero de 2020

Más atrás en el tiempo, pero te prometo que tendrá sentido. Me acuerdo perfectamente del día que decidí que no quería hablar más contigo. Era el día que hice estas fotos. 3 semanas después estábamos confinados.

31 de agosto de 2022

Vuelta al 2022. Acabo de volver de la Palma. Fue el último viaje que hice antes de encerrarnos. Era el primer viaje que quería hacer después. Era mi manera de decirme a mí mismo que esa etapa estaba cerrada. Quería cerrar el círculo. Mientras recorría la misma exacta carretera, recordé ese momento 2 años antes en el que tomé esa decisión que os cuento más arriba. Qué poco has avanzado en 2 años, sentí. Aunque no era verdad. Fue la última vez que pensé en ello.

17 de octubre de 2022

De vuelta casi al presente. Te reconozco que hoy he dormido regular. En un intento de desahogo, cogí el whatsapp a primera hora y escribí “Miki, no te vas a creer a quién me he encontrado.” […]

“¿Y tú cómo estás? ¿Revuelto?” Maldito Miki. Revuelto es la palabra.

“No te preocupes, verás que pedazo de post en Vemödalen.” Y aquí estoy, dándole la razón. Espero.

18 de octubre 2022

No sabía cuándo escribí el primer párrafo que iba a terminar escribiendo esta historia en primera persona.

Qué poco has avanzado en 2 años. Hoy ha vuelto el pensamiento intrusivo. Pero no es verdad. He hablado conmigo mismo un rato y he llorado un poco mientras escribía esto, pero no me he sentido roto. Al contrario. Me he sentido liberado. Qué 2 años más duros eh, pero mira lo que hemos avanzando.

Hoy 18 de octubre, me he sentido por fin completo.

* Le pregunté a Midjourney qué era el teorema de incompletitud. Y generó la imagen que veis en la cabecera.