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No te lo vamos a explicar

Estas fotos son del año pasado, porque siempre voy con retraso, porque mi propósito del nuevo año es, año tras año, terminar lo del año pasado, puede ser por vaga o por alcohólica, qué sé yo, pero cada año abarco un poquito más y al final siempre sale.

Esto nació en casa de I, que siempre me da cerveza fría, aunque creo que ese día llevé yo mi tinto... ¿la pregunta...?, I y su '¿que harías si tuvieses mis manos?'...

Viki no llega, está currando, pero su fe está con nosotros, luego se viene a cenar.

Quiero la idea de I, pero me fuerza a sacar algo nuevo, que poco se agradece a día de hoy cuando alguien quiere que lo des todo de ti, creo que es la mejor virtud de un colega. Delante folio, lápiz y goma, no sé dibujar, pero las garabatos se suceden entre las risas, los cambios de tema y la música.

¿Y el mensaje? Yo no voy a explicarlo, esto es visual, que cada uno lo haga suyo como quiera, pero si lo haces tuyo, si te llena, si por un segundo te hicimos pensar, support your local artist, en este caso a mi queridísimo @doniwana cuya mente cada día me sorprende más, @victorialabis por siempre apuntarse a todo aunque haya que madrugar y luego ducharse con aguarrás y a mi maravillosa soci @eleva4k por abrirnos su local con los brazos abiertos y cuidarnos muchito.

Eternamente bendecida por tener tan cerca mentes tan libres y brillantes.

Si pillas alguna referencia te invitamos a chupitos.

Creditos:

Bodypaint: @doniwana

Model: @victorialabis

Localización: @eleva4k

Sueños

2018 llega para mí sin campanadas, en un país extranjero, porque ya se ha convertido en tradición huir en estas fechas.

Me encuentro en el avión de vuelta pensando que en solo unas horas volveré a sumergirme en la vorágine de la rutina diaria. Tengo una sensación extraña, me ocurre a veces, me parece que los días pasados han sido un sueño, los concibo como una nube de instantes desordenados.
La memoria es caprichosa, nos permite conservar imágenes claras y vívidas mientras otras las transforma en algo abstracto.

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Una de mis últimas series refleja algo similar a lo que experimento ahora. Un día en la montaña, la extraña belleza de la nieve, dos caballos blancos, tan blancos como la propia nieve, que aparecen en medio del bosque. El recuerdo de ese mágico acontecimiento ha quedado en mi memoria diluido como se diluyen las imágenes en los sueños, en una nebulosa blanca, tan blanca como la propia nieve.

Con las imágenes de ese sueño os deseo lo mejor para este año que empieza. Para mi misma, pido que esa vorágine de la rutina no me devore, y poder hacer menos lo que debo y más lo que quiero. Feliz 2018.

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Siempre hay un escalón menos

Creo que me gusta demasiado la frase tan conocida, que ni siquiera se de donde sale, 'en el sótano de tu fracaso siempre hay un escalón más', quizás sea porque esta época de mi vida no es como la esperaba y me veo constantemente bajando, o quizás mejor dicho resbalando por los escalones de mi fracaso, donde termino sentada examinando cada una de las grietas que hay en ellos y me hacen caer.

Pero el fracaso es bonito, en el ves todo lo que no quieres, incluso puedes deleitarte en él, en sus hondas, porque al final en mi fracaso no hay un suelo frío, siempre hay agua, agua helada que se te clava como mil agujas, que te envuelve intentando ahogarte, pero cuando lo aceptas descubres que en ese agua se puede respirar, comienzas a apreciarla porque el sufrimiento que te otorga duele menos si sabes que te purifica.

En el momento que se produce ese cambio de perspectiva, todo vuelve a su cauce, aprendes que la vida al final también es el ser capaz de caer, querer la caída porque forma parte de ti y te hará sobrevivir, porque el aprendizaje también es aquello que vivimos y sabemos que no queremos volver a vivir.

Y después de esta retahíla de pensamientos sin sentido, queda dar las gracias (que nunca son suficientes) a quien hizo estas fotos posibles, Sara Vela @sarawberry, gracias por seguirme en todas mis ideas y sobretodo por darme comida y risas cuando estoy en los escalones mas bajos.

Un salto inacabado

Al tratar de fotografiar en calle me pasa, más veces de las que quisiera, que miro y no veo.  Cuando cargas con la cámara camino de comprar el pan no supone mayor problema  - “otra vez será” . Cuando sales ex profeso para hacer fotos y no consigues ningún trofeo la cosa ya se pone un poco más dramática… es frustrante. En los momentos de lucidez trato de pensar que en cada rincón que mire hay una foto escondida esperándome. Algo así como el escultor que contempla el bloque a tallar y sabe que bajo la forma tosca de un madero o una roca hay una forma concreta y definida por desnudar. Así pues, cámara en mano y paciencia en mente, servidor acecha hasta que haya algo que se revele.

¿Qué pasa si bajamos un poco la intensidad de la luz? ¿qué ocurre si a lo cotidiano e irrelevante lo miramos con otro criterio de atención? ¿será capaz de mantener su disfraz de lo anodino e insulso?

Este verano, en un momento en que parecía que la sequía afectaba por igual a nuestro clima que a mi creatividad, traté de acercarme a los rincones del día a día con la idea de desmenuzar cualquier imagen insípida y convertirla en algo que no le dejara a uno indiferente. “Retratos --pensé- pararnos a mirar y prestar atención a otra persona es un perfecto antídoto contra la indiferencia”. Pero, ¿y si, además, a un retrato –a ese espacio de encuentro con Otro- le privas de aquello que más te facilita conectar? ¿y si a un retrato lo dejas mudo? ¿y si miras al otro … y no le encuentras? En mi caso siento que obtienes algo todavía mas estimulante precisamente por lo inacabado del proceso. Es el vértigo de cruzar un río de un salto y quedarte en suspensión a medio camino.

Borroso

Bernard Plossu dijo una vez que la fotografía puede ser borrosa, que no pasa nada, que el alma también puede ser borrosa a veces. 

Siempre me he sentido identificada con la filosofía de Plossu a la hora de fotografiar, él que se entiende a sí mismo como un escritor que va tomando notas de lo que ve, centrándose siempre en mirar, en guardar instantes, sin preocuparse demasiado por los aspectos técnicos.

Sin embargo, en estos tiempos de obsesión por la perfección en que vivimos no puedo evitar muchas veces caer yo misma en esa obsesión, en el exceso de control y la falta de espontaneidad que nos invaden día a día. Cuando empecé a experimentar con la fotografía analógica, hace ya bastantes años, carecía de ninguno de estos condicionamientos que he ido ganando con el tiempo y la experiencia. Jugaba, disparaba, sin saber muy bien qué era realmente lo que iba a conseguir. Me divertía ver el resultado, ya fueran fotos desenfocadas, desencuadradas, mal iluminadas… Todas tenían su magia

Me encontraba en Berlín hace unas semanas cuando un suceso aparentemente sin importancia me llevó a esta reflexión. En casa de unos amigos encontré una pequeña Fujica 35 coronando una pila de libros.

- ¿Funciona? 

- No lo sé, creo que tiene un carrete terminado dentro desde hace mil años, ni lo hemos sacado.

- ¿Puedo llevármela a pasear?

Cargué la cámara automática con un rollo en blanco y negro y salí a recorrer Berlín en un día muy frío y muy lluvioso. Poco a poco fui soltándome y recuperando esa sensación de fotografiar sin un fin concreto, sin saber siquiera si llegaría a ver algún día esas fotos, sin controlarlo todo, sin controlar absolutamente nada.

Hace unos días revelé con ilusión ese carrete en blanco y negro. El resultado me fascinó, me hizo reir, me devolvió emociones que había olvidado. Todas las fotos estaban desenfocadas. Ni una forma nítida. Todo era una deformación de las escenas que pretendí captar en esos momentos. Una deformación maravillosa que me hizo recordar que la fotografía no tiene que ser perfecta, que la fotografía tiene que hacer sentir, al que la mira y al que la hace. Y que la fotografía, como el alma también puede ser borrosa

¿Que por qué?

Esta es una historia que nadie ha oído de mi propia boca, ni siquiera mis mejores amigos ni mi familia. Cuando leáis esto sólo una persona habrá visto este texto. Por favor, apreciadlo porque para entradas como esta hicimos Vemödalen.

Todo el mundo tiene historias de su enamoramiento con la fotografía. Muchos la probaron de casualidad y se engancharon. Para otros, es su pasión de toda la vida. A algunos afortunados, les viene de familia.

Mi abuelo era el fotógrafo del barrio. Empezó a ganarse la vida como ayudante y poco a poco sacó a su familia adelante. Su hijo se unió al negocio y estudió fotografía. Consiguieron tener su estudio en la calle Alcalá y todo el mundo los conocía en la zona. Mientras tanto, yo no tenía ningún interés en el arte, mucho menos en el reportaje fotográfico. Sólo quería ser ingeniero, uno de los buenos. Tanto, que no había nada más en mi vida.

2004 fue uno de mis peores años. Sobrepasado completamente en la universidad, fue lo único en lo que invertí tiempo. No amigos, no familia. Mi abuelo empezó a apagarse en 2003. Y no le dedicaba tiempo a pesar de las claras muestras de que quería que se lo dedicara. Ingresó en el hospital a principios de abril de 2004. Dos semanas después, murió. 

Acabé la carrera al año siguiente. En diciembre de ese año, compré mi primera cámara con el dinero de una beca.

... 

Cada vez que alguien me pregunta que por qué hago fotos, simplemente digo que viene de familia y me ahorro el mal trago de dar más explicaciones. No es ni siquiera una verdad a medias. Cogí la cámara porque mi abuelo murió y me sentía culpable por no estar con él lo suficiente sus últimos meses. Sólo fui una vez al hospital, casi llego tarde a su funeral. No valoraba mucho los asuntos fuera de la universidad. Era bastante frío y no me importaban mucho las personas. Felicidades, era un ingeniero cojonudo. Cogí la cámara porque necesitaba conocer parte de lo que me había perdido. Y no era poco.

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Os cuento esto ahora porque me prometí que no iba a volver a fallar. Que iba a estar ahí cuando hiciera falta. Escribo alguna de estas palabras mientras espero en la UCI a que me digan que puedo ver a mi padre. He estado bastante tranquilo porque sé que es una operación que los cirujanos tienen muy controlada. Pero llevamos ya casi 6 horas esperando y empiezo a ponerme un poco nervioso.

Todo ha ido bien. De hecho, a las 2 horas estaba fuera de quirófano. Han sido 4 horas de espera innecesaria pero no desaprovechada. Lo bueno de tener tanto tiempo es que da para reflexionar. Sobre trabajo, familia, amigos. Sobre lo importante. También sobre este post. Sobre si he estado fotografiando temas relevantes o sólo construyendo imágenes que me parecían bonitas. Así que he decidido fotografiar también lo importante aunque sea desagradable. Eso también incluye cementerios y hospitales.

Por eso aquí tenéis un artículo sobre como mi fotografía empezó como una especie de penitencia por fallarle a un ser querido. Sobre cómo se ha convertido en el recordatorio de que no pienso hacerlo una segunda vez.

Exponerse

Este mes de noviembre nos planteamos en Vemödalen el reto de abordar la temática del desnudo. A diferencia de mis compañeros, yo nunca me he atrevido a investigarlo (básicamente por no saber evitar clichés al hacerlo), así que para mí ha sido una aventura iniciática.

Estar o sentirse desnudo es, a fin de cuentas, estar o sentirse expuesto, a la vista, quizá vulnerable. También puede ser un ejercicio de autoafirmación, de autoaceptación, de renunciar a ocultarse ante el mundo. Tras varios años de formación en terapia familiar una de las cosas que más he interiorizado ha sido la sana costumbre de mostrar mi historia y mis emociones ante los demás. Y cada vez con menos adornos y artificios. Me gusta llamarlo "despelote emocional" (tiene algo de festivo y de nudista y que, combinado, puede acabar en orgía).

Mostrar tu historia es sacar a la luz tus huellas pasadas y el lugar hacia donde te diriges. Inevitablemente saldrán también las cicatrices y otros trofeos del camino. El cuerpo, como lugar donde se graba tu andadura,  puede ser un auténtico cuaderno de bitácora donde detenerse a admirar los detalles.

En esta aproximación a "lo desnudo", me quiero centrar precisamente en esos detalles escondidos en nuestros rincones, como un puñado de historias contadas al calor de la lumbre. Mirar un cuerpo desnudo con lupa es como desnudarlo doblemente: todo un acto de entrega. Hay muchas veces que necesito recordar cómo es eso de exponerse porque la inercia del día a día teje ropajes demasiado tupidos y pesados. Para esos momentos me ayuda contemplar los detalles de la naturaleza que me rodea: eso sí que es un ejemplo de vulnerabilidad y de ofrenda. En ella también me he inspirado para acercarme a "lo desnudo". 

Aceptación y confianza

Ana no me conoce. Bueno, me conoce desde hace treinta minutos en persona, y quizás otra hora de conversación por whatsapp. Me dice que está nerviosa y yo lo entiendo. En realidad soy un extraño y lo que estamos a punto de hacer requiere de mucha confianza.

Sam sí me conoce. Es la tercera vez que trabajamos juntos. No me dice que está nerviosa pero se siente. Yo no quiero presionarle pero sé que cuando se relaje va a regalarnos un momento precioso. Y lo hace.

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¿Sabéis cuál es la magia de ambas situaciones? La confianza. Cuando me preguntan por qué hago desnudo sé lo que todo el mundo está pensando. Tetas. Pero la adicción está en el instante en que sientes la confianza de la otra persona para darte un momento tan personal. Muchas veces pienso que no sé que he hecho para merecerme esto tan bonito. 

Me cuido mucho de a quién enseño este trabajo porque muchas veces sólo recibo comentarios sobre pechos. A veces hasta me parece lo esperable, sexualizamos el cuerpo continuamente. Miramos fotografías de desnudo hecho, normalmente por hombres, para hombres. Y claro, sólo se mira cuánta piel hay. Cada vez que recibo este comentario suspiro por dentro y pienso en todo lo que se pierden. Se pierden una actitud que seguramente ninguno llegue a experimentar nunca. La auto aceptación.

No nos desnudamos más a menudo porque no nos aceptamos como somos. No sé si las personas que se desnudan ante mí se aceptan completamente, pero lo importante es que se aceptan lo suficiente. Hay un tipo de seguridad ahí que yo quiero para mí y todavía no tengo. Por eso admiro a toda la gente que me deja fotografiarla, con independencia del cuerpo que tengan.

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No quiero pensar en el desnudo sólo como un acto sexual. Venimos desnudos al mundo, jugamos desnudos de pequeños y en algún momento nos hacen pensar que eso ya no vale. Nos desnudamos emocionalmente a diario y le damos más valor a enseñar un trozo de piel que a un sentimiento. No nos aceptamos como somos. Me incluyo. Pero cuando lo consiga, volveré aquí para contároslo. 

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Gracias Sam, Kate, Ana, Mery, Eva, Sel, Irene, Tamara, Sara, Annie. 

La voz tampoco es mía

Este número no es mío, aunque realmente ninguno lo es totalmente, pero en este caso, no soy yo la que tiene que hablar. Así que le he pedido a algunas amigas que sí son quienes que lo hagan. También me sirve esto para destacar que una foto es trabajo de dos personas, no solo de la que sujeta la cámara. 

Gracias por ser tan guerreras. Yo solo añadiré que al progreso solo se llega con educación. Aquí os dejo sus palabras.

Creo que el desnudo femenino es algo que, aunque en la actualidad intentamos normalizar, siempre sabes que vas a recibir comentarios que te van a hacer sentir incómoda (en mi caso ha sido así y creo que al final, cosa que no debería de haber he…

Creo que el desnudo femenino es algo que, aunque en la actualidad intentamos normalizar, siempre sabes que vas a recibir comentarios que te van a hacer sentir incómoda (en mi caso ha sido así y creo que al final, cosa que no debería de haber hecho, ni pensado pero creo que al final te terminan como “obligando” a pensar algunas cosas de ti que ni siquiera tú piensas pero ya te da miedo que quizás te las echen en cara. Al principio de todo yo dije “¿y por qué no?”, luego en el momento en que las enseñas te hacen comentarios de gente que unos te duelen más y otros menos pero que te hacen pensar que no “deberías”. Represión social como siempre. Una de las frases que más he oído es eso de “si vieran estos tus padres...”. No sé qué tipo de padre tenéis pero mis padres saben que ya soy mayorcita y que soy consciente de lo que hago y dejo de hacer y que no creo que a vosotros os afecte a vuestra vida que una chica muestre su cuerpo cuando quiera y como quiera. En fin, terminando con esto, yo sí he sido de las que la presión social quizás le ha podido y he guardado los desnudos para mí. Algún día estaré mucho más segura de mi misma y espero poder sacarlos a la luz sin que me importe o tenga miedo de algunos comentarios. Después de todo esto yo lanzo esta pregunta: ¿Estamos evolucionando o volviendo a un pensamiento clasicista?

@sssonia_5

En mi opinión en desnudo femenino es de lo más bonito en fotos. Sin embargo, muy a mi pesar, no está aceptado en la sociedad. Realmente la gente ve un cartel de una chica semidesnuda  anunciando una colonia y nadie se escandaliza. Ahora, c…

En mi opinión en desnudo femenino es de lo más bonito en fotos. Sin embargo, muy a mi pesar, no está aceptado en la sociedad. Realmente la gente ve un cartel de una chica semidesnuda  anunciando una colonia y nadie se escandaliza. Ahora, como seas una persona que conocen es una aberración. Por eso, yo no hago fotografía de desnudo, porque puede generar problemas en el futuro por trabajos e ideologías.

@sarawberry

Siempre juzgadas, siempre criticadas, para mí el valor que se tiene que reunir hoy en día para ponerte delante de una cámara desnuda es increíble.Gracias a esto he conocido una parte de mí que jamás pensé que tendría, gracias a esto me he dado cuent…

Siempre juzgadas, siempre criticadas, para mí el valor que se tiene que reunir hoy en día para ponerte delante de una cámara desnuda es increíble.
Gracias a esto he conocido una parte de mí que jamás pensé que tendría, gracias a esto me he dado cuenta de que en el mundo y más concretamente aquí en Madrid hay mujeres valientes, enormes de corazón y con un coraje arrollador.
Que hacen arte con sus cuerpos, con sus curvas, con sus cicatrices, con tattos, con manchas, estrías... Y que al menos en mi caso solo el desnudo ha hecho que eso empiece a verlo como algo tan bonito, con tanto significado...
El desnudo llegó a mi vida un dia cualquiera y de repente se convirtió en una de las cosas que más me gustan, que más libre me hace sentir; solo piensa, la sensación de estar delante de alguien, sin ropa, sin complejos, sin que nadie te juzgue, esa sensación es maravillosa, a día de hoy sigo pensando que todos una vez en nuestra vida deberíamos probarlo, descubrir que podemos ser arte, aprender a querernos como somos, piel y huesos.
Y antes de acabar dar las gracias no solo al desnudo que tanto me ha enseñado, sino a la primera persona que me quiso poner delante de su cámara y me hizo verme tan bonita en pantalla, que gracias a eso hoy me valoro muchísimo y me segura de mí misma.

@deff_8

Un desnudo en mi opinión es una liberación, es un grito a los cuatro vientos, mírate, mírale, mírame, todos tenemos un cuerpo, no hay que tener miedo a una parte de nosotros mismos.Deberíamos deshacernos de prejuicios y naturalizar lo que nos hace a…

Un desnudo en mi opinión es una liberación, es un grito a los cuatro vientos, mírate, mírale, mírame, todos tenemos un cuerpo, no hay que tener miedo a una parte de nosotros mismos.

Deberíamos deshacernos de prejuicios y naturalizar lo que nos hace a todos igual de especiales, nuestro cuerpo, nuestro precioso cuerpo, ese que transporta al alma, arma de guerra, una herramienta más para luchar contra los límites impuestos.

Y pienso que el peor error es censurar un cuerpo ya que eso nos encadena a una sociedad reprimida impidiendo avanzar tanto a la mente como al alma.

@naiaracarmona

Basados en el mundo actual, el desnudo artístico femenino puede entenderse de dos formas:Como algo bello y cosificado o como algo degradante (obviamente para la mujer).He podido comprobar, que muchas veces, hasta el espectador/a con quien hablas cam…

Basados en el mundo actual, el desnudo artístico femenino puede entenderse de dos formas:

Como algo bello y cosificado o como algo degradante (obviamente para la mujer).

He podido comprobar, que muchas veces, hasta el espectador/a con quien hablas cambia de opinión según si conoce o no a la mujer que forma parte de ese desnudo fotográfico, como si por conocer a la propietaria de ese cuerpo, la connotación fuese diferente…

No estoy expresando mi punto de vista, busco que pensemos en qué consiste el pensamiento social y mejor aún, expreso versiones de su INVÁLIDA opinión sobre algo de lo que no tendría que decir nada.

Pero el tema ahonda más cuando somos nosotras mismas las que nos replanteamos tener fotos de nuestros hermosos cuerpos (quiero que quede claro que sí: son bellos, pero no, no son objetos) públicamente y tenemos que volver a pensar en la situación que nos rodea.

Primero, las redes sociales, fruto de gran cantidad de alegrías y desdichas del día a día del siglo XXI… Siglo XXI, por decir algo, porque a veces se acuñan términos propios de la Edad Media cuando ven imágenes de una mujer con menos ropa de la que sus ojos toleran a ver. Te replanteas la cantidad de personas que pueden no sólo ver, sino guardar, enviar, utilizar o degradar una imagen de tu cuerpo.

Segundo, tu futuro, da vértigo y miedo que alguien en un futuro te llamase la atención, te privara de alguna oportunidad profesional o tú misma cambies de opinión porque “no sabes cómo vas a pensar de aquí a 10 años”. Por algo que todos tenemos: una estructura ósea, una piel, una forma concreta...

Tercero, tu propia libertad, ¿sabes dónde empieza y dónde acaba? ¿Ya le has puesto límites? ¿Quizás esté acortada por el machismo que existe en la sociedad? A cuántas parejas he escuchado: “no me gusta esa foto”, “no creo que esté bien subir esto”, siento decirlo así chicas, pero esto no va a cambiar si vosotras no ponéis un punto final a estas actuaciones.

En definitiva, las razones son amplias para no hacerlo, lamentablemente.

En mi caso, pienso que lo que me hace retroceder, es ver que la sociedad se rige por genitales masculinos, que mi cuerpo forma parte de un interés general sexualizado, que los malos actos se realizan porque “ES NORMAL QUE, SI SUBE ESA FOTO, HAYA HOMBRES QUE LA GUARDEN Y LA UTILICEN”, que la actuación de hombres tenga más justificación que tú propia libertad para mostrar al mundo una imagen artística de tu cuerpo.

Todo esto demuestra que igual ha avanzado la fotografía, la tecnología, pero no la mayoría de los cerebros.

@cristinaac22

Siempre he considerado el cuerpo desnudo de una mujer como las mayores obras de artes que ha podido crear la naturaleza, inspira vida, arte, delicadeza, fuerza, belleza, y creo que mis motivos para desnudarme delante de una cámara no son otros más q…

Siempre he considerado el cuerpo desnudo de una mujer como las mayores obras de artes que ha podido crear la naturaleza, inspira vida, arte, delicadeza, fuerza, belleza, y creo que mis motivos para desnudarme delante de una cámara no son otros más que quererme un poco más con cada foto, querer ver todas esas cualidades en mí, amar todo lo que me hace ser yo.
También considero que hay tipos de desnudos diferentes, hay quien hace del desnudo femenino sólo eso, desnudez. Hay quien expresa todo lo que hay debajo de esa piel, y ese es el desnudo real, el importante, el trascendente, donde está toda esa belleza y esa fuerza de la que hablaba antes, el desnudo del alma, el que es bello por lo que hay, no por lo que se quiere ver.

@lbetvar

Solo añadiré mis más sinceros agradecimientos, que serán pagados en risas y cañas, a estas maravillosas mujeres que han hecho este número por mí. Gracias por ser las guerreras de vuestra propia vida y no la musa de nadie, aunque inspireis mi vida constantemente.

Y me ha gustado tanto esta propuesta y la implicación que ha habido, incluso de la gente que no ha podido salir por imposibilidad horaria de hacer la foto, que me gustaria sacar un fanzine de esto. Si a alguien le interesa participar que me tire por MD del insta o al correo o que pida mi wassap o que me aborde en el Wrongway. Invito yo al fanzine, los chupitos a medias.

El número sale tarde por mi culpa.

Y otra vez besos y abrazos.

Mono tono

Una pequeña voz en el asiento del copiloto me saca de mis pensamientos: "te estás obsesionando". Me lo dice sin tono de reproche sino de consejo sincero. Quizás sí lleva un mínimo de reproche, pero más en sentido decepción porque cree que puedo dar mucho más de mí. "Esto ya lo has investigado, deberías estar buscando ideas nuevas". Y me quedo un poco parado, como me quedo siempre que oigo lo que no quiero oír porque sé que es verdad. Y mi cerebro vuelve a irse de la conversación.

Arrastro el cepillo por lo que parece un mar lleno de luciérnagas. Pero no, es el suelo de mi estudio. Brilla con motas de luz amarilla y yo siento que esto ya lo he vivido. Hemos apagado los fluorescentes y sólo una pequeña luz ilumina la sala porque, paradójicamente, brilla más con la tenue potencia de la bombilla que queda encendida. 

Muevo el recogedor junto a un montón de puntitos plateados. Me recuerda a como si me hubiera vuelto furioso con el papel de metal que envolvía mi bocata del colegio. La luz está prácticamente apagada porque con ella encendida no distingo el fondo blanco de los puntos plateados. Y sí, creo que esto ya lo he vivido. 

Este montón rojo se parece a los restos de un vestido de lentejuelas al salir de una secadora. Esta vez los fluorescentes están completamente encendidos porque no se me había ocurrido que con menos luz los vería mejor. Empujo esta ceniza roja contra el recogedor y, definitivamente, esto lo he vivido. 
 
"¿Te ha molestado que te lo dijera?" Esas palabras me devuelven al asiento del conductor, de donde no debería haberme ido porque parece que sí, que me ha molestado. Y no hay nada que me moleste menos que un amigo diciéndome una verdad incómoda.

Más aún cuando me lleva a nuevas conclusiones. Nos aferramos a experiencias vividas que nos gustaron e intentamos repetirlas. Por eso hacemos series, porque nos gustó la experiencia de la primera foto y queremos sentirla otra vez. Y de intentar repetirlas, nos hacemos la vida un poco más monótona.

Monótona, como una serie de desnudo con purpurina de un sólo tono.

Gracias Sel, gracias Kate, gracias Sam. Gracias por ser tan maravillosas de acompañarme en ideas de este tipo. El estudio todavía brilla por las tres sesiones que hemos hecho. Y no me refiero sólo a la purpurina.