Número 3

Mono tono

Una pequeña voz en el asiento del copiloto me saca de mis pensamientos: "te estás obsesionando". Me lo dice sin tono de reproche sino de consejo sincero. Quizás sí lleva un mínimo de reproche, pero más en sentido decepción porque cree que puedo dar mucho más de mí. "Esto ya lo has investigado, deberías estar buscando ideas nuevas". Y me quedo un poco parado, como me quedo siempre que oigo lo que no quiero oír porque sé que es verdad. Y mi cerebro vuelve a irse de la conversación.

Arrastro el cepillo por lo que parece un mar lleno de luciérnagas. Pero no, es el suelo de mi estudio. Brilla con motas de luz amarilla y yo siento que esto ya lo he vivido. Hemos apagado los fluorescentes y sólo una pequeña luz ilumina la sala porque, paradójicamente, brilla más con la tenue potencia de la bombilla que queda encendida. 

Muevo el recogedor junto a un montón de puntitos plateados. Me recuerda a como si me hubiera vuelto furioso con el papel de metal que envolvía mi bocata del colegio. La luz está prácticamente apagada porque con ella encendida no distingo el fondo blanco de los puntos plateados. Y sí, creo que esto ya lo he vivido. 

Este montón rojo se parece a los restos de un vestido de lentejuelas al salir de una secadora. Esta vez los fluorescentes están completamente encendidos porque no se me había ocurrido que con menos luz los vería mejor. Empujo esta ceniza roja contra el recogedor y, definitivamente, esto lo he vivido. 
 
"¿Te ha molestado que te lo dijera?" Esas palabras me devuelven al asiento del conductor, de donde no debería haberme ido porque parece que sí, que me ha molestado. Y no hay nada que me moleste menos que un amigo diciéndome una verdad incómoda.

Más aún cuando me lleva a nuevas conclusiones. Nos aferramos a experiencias vividas que nos gustaron e intentamos repetirlas. Por eso hacemos series, porque nos gustó la experiencia de la primera foto y queremos sentirla otra vez. Y de intentar repetirlas, nos hacemos la vida un poco más monótona.

Monótona, como una serie de desnudo con purpurina de un sólo tono.

Gracias Sel, gracias Kate, gracias Sam. Gracias por ser tan maravillosas de acompañarme en ideas de este tipo. El estudio todavía brilla por las tres sesiones que hemos hecho. Y no me refiero sólo a la purpurina.

 

Interacciones

Es una opinión, para mi gusto demasiado extendida, que tan solo la interacción nos hará conocer, que la interacción son cuidados y que por tanto es necesaria, otra vez la mierda esa de que somos seres sociales, otra vez vendiendo la felicidad como producto de consumo y no como camino, nos obligan a correr, a participar en eventos sociales porque si no, no eres nadie, nos meten en un burbuja de emociones positivas, porque tan solo esa interacción podrá mantenernos equilibrados.

Pero, ¿acaso hay equilibrio si sólo hay un factor?

Creo que la respuesta es bastante sencilla, nada te llenará si no tienes hueco para ello...

Sé que soy la niña de las metáforas de naturaleza pero la vida es así, piénsenlo, nos obcecamos en cuidar de los bosques para mantenerlos verdes y frondosos, pero nunca lo conseguimos porque el bosque no necesita interacción, necesita que lo dejes tranquilo porque sólo así podrá ser él, la interacción pone limites y destruye, no abuséis de ella.

Y este número está dedicado a mi abuela que está hasta la polla de que queméis los bosques por irresponsables y porque dice que mis series deberían tener un consejo aplicable, supongo que es no me fuméis en los bosques y cuando vayas recoge tu mierda.

Y besos especiales a @sssonia_5 por ayudarme a hacer esta serie y aguantar los mosquitos radioactivos del lugar. Y sí, cuando nos fuimos recogimos nuestra mierda, incluidas colillas.

 

Con los pies en la tierra

Luz dura, directa, tosca, ruda, cruda, áspera, como la corteza de la raíz. La luz dura, a pesar de la sombra. Permanece, cegadora. No entiende de artificios ni de suavidad. No tiene compasión por las formas. Cae afilada y seca. Es muda y eso la hace más peligrosa. No sabe a nada y eso la hace más incomprensible. No huele y, por tanto, es más traicionera. 

Luz dura que arruga la piel, la corteza, y estremece la arena secándola. La arena áspera como la raíz. La arena áspera que hace cosquillas en la planta del pie... desnudo. El pie que juega con la arena, como el topo, ciego. El pie desnudo que siente porque está vivo, sin calzado, vulnerable, expuesto a esa luz afilada. El pie que muestra su identidad, sin el anonimato del zapato, sin el equilibrio del tacón. ¡Abandona el cascarón! ¡sal de ahí! Pasea y juega a sentir todo lo que pisas. Reta a la luz en su baile. Ella podrá ser más liviana, pero tú tienes la ventaja de una piel blanda que perece a cada instante.