Aterrizamos en un mar de nieve. 100.000 kilómetros cuadrados de nieve blanca y tierra negra.
La ventisca no permite ver al rededor. Cómo en un planeta con tres soles, pasamos del día a la noche y de la noche al día varias veces en cuestión de horas.
Cómo en un planeta inhóspito, astronautas en el frío, exploramos su extensión extrañados, anonadados, intrigados por saber qué nos encontraremos más allá.
Cómo en un planeta en el que una expedición anterior fracasó, dejando como testigo los restos de su nave.
Cómo en un planeta poblado de extrañas criaturas.
Cómo en un planeta en el que somos los únicos habitantes, nuestras huellas el único rastro en la nieve.
Cómo perdidos en este planeta, olvidamos la percepción de lo real, del tiempo y el espacio. Mayor Tom to Ground control, fin de la transmisión, no volveremos a casa.
Los viajes y el asombro
Viajar siempre es una posibilidad para ensanchar la capacidad de asombro. A veces hago el ejercicio de tratar de mirar mi barrio, recorrido hasta la saciedad, como si fuera un turista que lo pisa por primera vez. ¿Qué me sorprendería?, ¿qué fotos nuevas descubriría escondidas?, ¿cuánto me cautivarían los rincones que ahora mismo ignoro con automatismo cuando paso a su lado?
Hoy comparto fotos de un viaje a Italia en el verano de 2018. Roma, Florencia, Venecia. Ciudades en las que me parece imposible llegar a acostumbrarte a vivir en ellas y mirar a tu alrededor sin inmutarte.
Viajar te reconcilia con la vida, porque te recuerda el constante movimiento y transformación que ésta es. A veces tenemos la ilusión de que sólo existe pasado y futuro, y que el presente pasa a tu lado sin que te des cuenta. ¡Qué error tan paradógico!
Llevas viviendo toda tu vida con la misma conciencia de presente que tienes en este mismo instante…. Visto así: ¿dónde quedó el pasado y el futuro?
¡Que mi viaje por la vida sea un mirar perplejo!
Yo me quedaría aquí
Chile verde, chicharrón, huevos divorciados. Mira a ese perro en la carretera. ¿Está muerto? Pobre perrito. Llueve, este chubasquero tiene los días contados. Mezcal en vez de sangre, aquí se está mejor que en Madrid. Lucha libre, ¡mátalo, cabrón! El que grita es un niño de unos seis años. Yo me quedaría aquí. Podría vivir en este lugar, esta podría ser mi casa. Un museo de fotografía en Oaxaca, se me encoge el estómago. He estado aquí antes. Sé que no, pero entiendo que he llegado a un sitio que tenía que conocer. San Juan Chamula y sus muertos. La muerte está en todas partes, pero no da miedo, todos saben que es parte de la vida. Y me pongo enferma, pero no me importa. ¿Te he dicho que yo me quedaría aquí?
¿Y ahora qué?
Como mirar a través del cristal traslúcido de una puerta, esperando encontrar un poco de claridad al otro lado. Pero no la había. Los días eran igual de largos, siempre lo son, aunque mucho más oscuros. Bienvenido al invierno en cuatro paredes.
¿Habéis sentido alguna vez que sólo queríais que pasara el tiempo? Encerrados en la rutina sin horizonte más allá del fin de semana. Ojalá primavera ya. Ojalá un poco de luz.
Por suerte al final siempre llega. Con sus flores. Con su luz. Bien, ya la tienes. ¿Y ahora qué?
El silencio
No nos enseñaron a leer a Kafka
Día 1:
Hoy me he despertado distinta. Me doy cuenta de que las cosas no encajan. Me aburro. Estoy encerrada. Puede que no quiera vivir en una jaula nunca más.
Día 2:
Empiezo por cambiar pequeñas cosas. Me observo. Sigo sin ser yo. Escucho voces a mi alrededor que me dicen que tengo que ser feliz. Hago un esfuerzo. Finjo, poso. Os miro. Pero sigo sin encontrar nada que me haga sonreír. Vivo una vida que no siento mía.
Día 3:
He entendido cómo seguir el camino. Es hora de taparme los oídos, ya no me importa lo que tengáis que decirme. Reflexionar, analizar y deshacerme de todo aquello con lo que no me identifico. Empiezo a ver mejor lo que soy. Luces y sombras, alegría y dolor, blanco y negro, muchas cosas, positivas y negativas, con un sinfín de matices.
Día 4:
Llegan las dudas. ¿Y si hubiera algo en mí que no está bien? "¿Qué es bien?", digo en alto. Y mientras el eco de las palabras retumba en la habitación vacía, respiro hondo y decido aceptarme tal y como soy. Nunca fue fácil romper las cadenas.
Día 5:
Me siento libre. Y asustada. Empiezo a ver con claridad. Estoy sola, igual que tú, y voy a cuidarme, a protegerme. Yo elijo, decido y empiezo a vivir.
Ese don
Hay personas que, aunque no lo eligieran, podrían atravesar el rostro de cualquiera con la mirada y contemplar en un instante su pasado, presente y futuro.
Hay ojos que, cuando se asoman a otros ojos, uno intuye que están percibiendo alrededor colores, luces y formas que hablan. Una especie de jeroglífico vital que permanece invisible y secreto a su propio dueño, pero que se despliega manso y dócil a quien tiene ese don.
Miran el mundo fascinados y con cautela. Saben que su mirada habla de melodías que no suenan y de colores invisibles que relatan las historias que cada corazón arrastra.
Cuando descansan su mirada en el mundo, ya sin poner freno a su percepción, se puede apreciar en sus ojos una cadencia azulada de horizonte sin nubes, un rumor de atardecer lento en verano.
Parece que tuvieran la mirada perdida en el punto en el que el cielo y el mar se encuentran, y sin embargo tan solo están mirándote a los ojos, atravesándote. Dos ventanas abiertas que entonan estrofas de una canción aún no vivida.
Gracias a Travis Birds y a Natalia Herreros, que aportaron la magia, el misterio y la música para que se crearan imágenes llenas de colores, luces y formas; de esas que podemos percibir todos.
Solo un gesto
Hacer un retrato, no implica siempre captar la esencia del retratado. No siempre se trata de reflejar la naturaleza de sus rasgos o de sus gestos. De buscar una expresión que defina a esa persona o su estado de ánimo. De definir a alguien a través de una imagen.
Muchas veces, cuando hacemos un retrato a otra persona nos estamos definiendo a nosotros mismos. Utilizamos a la persona que tenemos ante la cámara como medio de expresión, como canal para reflejar nuestros propios sentimientos, aunque muchas veces ni siquiera seamos conscientes.
Ese es uno de los grandes poderes de la fotografía. Con solo una mirada, sólo un gesto, en un instante, se pueden decir demasiadas cosas.
Gracias a Irene por representarme, por fluir y expresar mejor que yo lo que está en mi cabeza.
La ciudad del frío
Hay que ver cuánto frío hace. "Cierra la ventana, niño, que se nos hiela el alma". Mira fuera; las ventanas ya están cerradas. En la oscuridad de la noche, las sábanas blancas tendidas, tiesas, congeladas, se mecen como si fueran tablas. Ha llegado el invierno. Puede que nunca se haya ido.
¿De dónde sale tanto frío? Es por silencio. Las cosas que no se dicen, se estancan, se congelan y pesan tanto, que se hunden. Pero no por mucho tiempo. Porque siempre hay algo que las hace salir a flote.
Hay algo extraño en este lugar, es como si hubiéramos estado aquí antes. Hoy parece que lo entiendo todo, pero la realidad es que no tengo nada claro, porque entre tanta lucidez, muchas cosas se tornan confusas y nos enganchamos a una rueda que se transmite de padres a hijos y de hijos a nietos y así siempre. Y así siempre. Y el frío, y el hielo, y el gusto por la niebla, y la historia y otras cosas buenas permanecen.
¿Somos tres?
Somos tres. ¡Ya somos tres!.
¿Somos tres?
Un viaje que se fragua en su propio cuerpo, en busca de una Ítaca que sólo puede tener cimientos en su vientre. Durante el camino hostiga el oleaje de cambios físicos y altibajos hormonales.
¡Camina con esperanza!, ¡vive con esperanza!. ¡Ya somos tres! Aproximadamente dos semanas de tránsito en el que los ánimos quiebran y se recomponen. No sería el primer naufragio que hemos vivido durante esta odisea.
¿Ya somos tres?
Ver señales donde no las hay. Entender señales que significan lo mismo y su contrario.
Soltar amarras y que la corriente nos lleve donde quiera.
¿Ya somos tres?
Somos hogar, somos familia.
¿Podremos albergar a nuestro tercero?
No.
No somos tres.
Sea en esta ola, o en la siguiente, seguiremos esperando a que llegues a nuestra tierra y tus pies se asienten en ella.