Número 18

El silencio

_DSF5666-Edit-Edit.jpg

No nos enseñaron a leer a Kafka

Vemodallen_01.jpg
Vemodallen_02.jpg

Día 1:

Hoy me he despertado distinta. Me doy cuenta de que las cosas no encajan. Me aburro. Estoy encerrada. Puede que no quiera vivir en una jaula nunca más.

Vemodallen_03.jpg
Vemodallen_04.jpg

Día 2:

Empiezo por cambiar pequeñas cosas. Me observo. Sigo sin ser yo. Escucho voces a mi alrededor que me dicen que tengo que ser feliz. Hago un esfuerzo. Finjo, poso. Os miro. Pero sigo sin encontrar nada que me haga sonreír. Vivo una vida que no siento mía.

Día 3: 

He entendido cómo seguir el camino. Es hora de taparme los oídos, ya no me importa lo que tengáis que decirme. Reflexionar, analizar y deshacerme de todo aquello con lo que no me identifico. Empiezo a ver mejor lo que soy. Luces y sombras, alegría y dolor, blanco y negro, muchas cosas, positivas y negativas, con un sinfín de matices.

Vemodallen_05.jpg
Vemodallen_06.jpg

Día 4: 

Llegan las dudas. ¿Y si hubiera algo en mí que no está bien? "¿Qué es bien?", digo en alto. Y mientras el eco de las palabras retumba en la habitación vacía, respiro hondo y decido aceptarme tal y como soy. Nunca fue fácil romper las cadenas.

Vemodallen_07.JPG
Vemodallen_08.jpg

Día 5:

Me siento libre. Y asustada. Empiezo a ver con claridad. Estoy sola, igual que tú, y voy a cuidarme, a protegerme. Yo elijo, decido y empiezo a vivir.

Vemodallen_09.JPG
Vemodallen_10.JPG

Ese don

Hay personas que, aunque no lo eligieran, podrían atravesar el rostro de cualquiera con la mirada y contemplar en un instante su pasado, presente y futuro.

Hay ojos que, cuando se asoman a otros ojos, uno intuye que están percibiendo alrededor colores, luces y formas que hablan. Una especie de jeroglífico vital que permanece  invisible y secreto a su propio dueño, pero que se despliega manso y dócil  a quien tiene ese don.

Miran el mundo fascinados y con cautela. Saben que su mirada habla de melodías que no suenan y de colores invisibles que relatan las historias que cada corazón arrastra.

Cuando descansan su mirada en el mundo, ya sin poner freno a su percepción, se puede apreciar en sus ojos una cadencia azulada de horizonte sin nubes, un rumor de atardecer lento en verano.

Parece que tuvieran la mirada perdida en el punto en el que el cielo y el mar se encuentran, y sin embargo tan solo están mirándote a los ojos, atravesándote. Dos ventanas abiertas que entonan estrofas de una canción aún no vivida.

Gracias a Travis Birds y a Natalia Herreros, que aportaron la magia, el misterio y la música para que se crearan imágenes llenas de colores, luces y formas; de esas que podemos percibir todos.

Solo un gesto

Hacer un retrato, no implica siempre captar la esencia del retratado. No siempre se trata de reflejar la naturaleza de sus rasgos o de sus gestos. De buscar una expresión que defina a esa persona o su estado de ánimo. De definir a alguien a través de una imagen.

Muchas veces, cuando hacemos un retrato a otra persona nos estamos definiendo a nosotros mismos. Utilizamos a la persona que tenemos ante la cámara como medio de expresión, como canal para reflejar nuestros propios sentimientos, aunque muchas veces ni siquiera seamos conscientes.

Ese es uno de los grandes poderes de la fotografía. Con solo una mirada, sólo un gesto, en un instante, se pueden decir demasiadas cosas.

Gracias a Irene por representarme, por fluir y expresar mejor que yo lo que está en mi cabeza.