Hay personas que, aunque no lo eligieran, podrían atravesar el rostro de cualquiera con la mirada y contemplar en un instante su pasado, presente y futuro.
Hay ojos que, cuando se asoman a otros ojos, uno intuye que están percibiendo alrededor colores, luces y formas que hablan. Una especie de jeroglífico vital que permanece invisible y secreto a su propio dueño, pero que se despliega manso y dócil a quien tiene ese don.
Miran el mundo fascinados y con cautela. Saben que su mirada habla de melodías que no suenan y de colores invisibles que relatan las historias que cada corazón arrastra.
Cuando descansan su mirada en el mundo, ya sin poner freno a su percepción, se puede apreciar en sus ojos una cadencia azulada de horizonte sin nubes, un rumor de atardecer lento en verano.
Parece que tuvieran la mirada perdida en el punto en el que el cielo y el mar se encuentran, y sin embargo tan solo están mirándote a los ojos, atravesándote. Dos ventanas abiertas que entonan estrofas de una canción aún no vivida.
Gracias a Travis Birds y a Natalia Herreros, que aportaron la magia, el misterio y la música para que se crearan imágenes llenas de colores, luces y formas; de esas que podemos percibir todos.