Cristina Torrente

Se nota

-Hoy no me he peinado

-Se nota

-Y tú, ¿Te has peinado hoy?

-Claro, me han peinado esta mañana.

-Se nota

De las pocas fotos de mi infancia  que hay en casa de mi abuela se puede observar la cantidad de peinados horteras propios de los 90s que me hacía. “Tothom em parava pel carrer del cabell que tenies” y no me extraña, la verdad. Ya más adelante, en la primaria, tengo recuerdos de peinarla yo a ella, pero no con gusto sinó como un acto perverso de venganza. Entonces yo decía que iba a ser peluquera muy firmemente.

Hoy ni soy peluquera, a duras penas me peino y llevo años intentando aprender a hacerme unas trenzas boxeadoras sin éxito aunque ya da igual porque me he cortado el pelo como Lord Farquaad y además ya no nos podremos volver a peinar la una a la otra.

La silla vacía

Hola,

¿Cómo vas con tus movidas?

“Arte es poner el alma en lo que haces. Es traspasar y emocionar” Esto ha dicho Lolita y me has venido a la cabeza. Bueno, más o menos que no soy capaz de memorizar tan literal.

Estaba pensando en aquella borrachera tonta donde prometí ir a verte al teatro y llegó el día y fui y ni siquiera recordaba el título de la obra.

Joder que no podía apartar la mirada de ti. Qué magnetismo! Nos vamos a morir de tanto pasado, decías y aún tengo apuntada esa frase en la entrada.

Y acabó la obra y me fui enviando sólo un audio diciendo que me dolía el pecho, no sé si lo recuerdas. Mi viaje de vuelta fue silencioso. Me tendría que haber quedado y abrazarte. Siempre debería haberlo hecho, perdón por huir.

Pero bueno q yo sólo quería decirte que eres ARTE y pensaba que debía decírtelo aunque ya lo sepas. Y que al arte se le debe tener siempre cerca para que te inspire porque eso es lo que eras y que tú no lo sabes, pero aún ahora lo haces. Mírate, mírame aquí haciendo este soliloquio que ni siquiera sé si te enviaré. Nunca dejemos de ser arte, me decías. Al menos eso sí que lo cumplimos. Aunque no fuera juntas.

Y que me gustaría volver a verte, pero me puede el miedo Cuídate, R. 💫

Sequía

Hace ya que no escribo, pero es que estoy vacía por dentro y ya con cierta olor a putrefacción. 
Ha pasado un tiempo desde que cuento los días que hace que ni lloro de la risa ni de la pena que tengo y que fantaseo con que mi meñique se choca con un mueble y siento ese dolor breve, pero intenso.
Algo, una simple tragicomedia de la que sentirme heroína.

Y qué si caigo en picado, ¿significa eso que estaba tan alto que podía oler la inmensidad del cielo que seguro huele a ropa limpia y mandarinas? ¿O quizás sólo es el destello de miles de estrellas tras el golpe?


La movida de empezar el año

El día 1 de enero a las 00:11 me llamó mi abuela por teléfono. En un primer momento me asusté, ya que mi yaya hace tiempo que no celebra fin de año y decide irse a dormir sobre las 22h religiosamente, sin romper su hermética cotidianidad. Al coger la llamada me felicitó el año de una forma muy animada, notaba las copas de más en su voz. Me explicaba que estaba en casa de su amiga Mercedes y que, como iban a pasar ese día solas, decidieron montarse ellas la fiesta. Me puso feliz escucharla empezar así el año.

Siempre he tenido la superstición de pensar que como pases el primer día del año es un resumen de cómo irán los otros 364 días. Es una presión que debería abandonar algún año de mi vida, pero no va a ser éste.

Cuando volví del viaje y fui a verla me explicó esa noche entre risas y bromas. También hicimos las primeras fotos del año de ese proyecto fotográfico que compartimos y del que tantas horas ocupa en mi vida y dispersa cabeza.

Así que este año si hemos empezado tan bien todo nos indica que nos saldremos con la nuestra :)

Bed and Breakfast

Ojalá me lo hubieras pedido a mí el coger un maldito avión y perdernos por las calles de ciudades donde nadie nos conociera.


Ojalá me hubieras pedido a mí dormir poco, bailar mucho, gastar nuestros ahorros en conciertos, enamorar a tu abuela, enviarnos memes de por vida, probar todas las pizzas de la ciudad y después quemarlo todo.

Entrar en tu mundo interior que tanta risa y ternura me genera. Hacerte fotos en contrapicado, contarnos el día, ir a ver exposiciones, hacerte pasar vergüenza a través de tu ventana y mirar todas las temporadas de Crims.

Ojalá me hubieras pedido a mí que existiera un nosotros, pero sin comidas familiares.

Hacernos reír en las bajonas y celebrar las victorias.


Y que, poco a poco, las ganas fueran a menos y la rutina acabara con nosotros hasta echarnos de menos en vida. Con todo llegara el frío invierno y al cruzarnos nosécuántotiempodespués bajáramos la mirada y disimuláramos la sonrisa.


Ojalá me lo hubieras pedido a mí, pero te habría dicho que no. 

Siempre nos quedará aquel Bed and Breakfast.




Las fiestas de pueblo

Hace calor.

Hace calor y una ligera brisa de aire recorre mi piel estremeciéndose más que cualquier contacto humano.
No me gusta el verano, pero son las fiestas del pueblo.

La familia, el barullo.
Una cama que rechina.
Los pintores llenando el pueblo con su arte.
Los churros de chocolate blanco.
Huir a la cama. La siesta de antes de comer. 
Estar a la fresca con el cobijo del olivo.
Las comilonas.
El vermut.
La segunda siesta del día. 
Las tormentas de verano. Tus rizos mojados. 
Jugar que estamos en una película apocalíptica con los niños. Tú no pasarias del primer capitulo (no lo digo yo, lo dicen ellos)
¿Dónde está el atardecer que me había prometido el señor del tiempo? 
Huir un rato de los niños y que nos dure la paz 5 minutos.
Contar historias de miedo a la luz de una linterna. 
Dormirme antes de que empiece la fiesta. Lo sé, no tengo excusa.

Madrugar mucho. 
Ver salir el Sol mientras nos (te) devoran los mosquitos. 
Bañarnos en Borredà y acabar desnudos. A esto huele la libertad.
Hablar sobre cómo echo de menos el mar y la sal en tu pelo.
Más vermut,
más comilonas
y más siestas.

La vuelta a casa.
Hora dorada en el bus. 
Tu mirada cansada. 

Esto iba a ser una balada triste de verano y ha acabado siendo una oda al pueblo y la familia. Era lo que nos merecíamos, ¿verdad?