Número 47

Las fotos que nunca fueron

El plan perfecto: una escapada a Almería y una cámara de juguete. Concretamente una Werlisa Safari con una pegatina de Indiana Jones rescatada de las profundidades de Wallapop.

He hablado aquí muchas veces de lo que me gusta jugar a ver qué pasa, disparar libre de previsiones, sin buscar un resultado concreto, sin siquiera saber a ciencia cierta si habrá resultado alguno o estaré tirando un carrete a la basura (cosa cada vez más dolorosa, dado lo prohibitivo que se ha puesto disparar en analógico).

Cuando tiro un carrete a mi me pasa una cosa curiosa. Al revelar mis fotografías, percibo no solamente un recuerdo de la imagen fotografiada, del trocito de paisaje, de la escena o del momento, sino también un recuerdo del instante en el que tomo la fotografía. De las sensaciones, de lo que me rodea, de lo que está delante de la cámara pero también de todo lo demás. Quizá sea precisamente esa incertidumbre del “qué va a salir” la que se fija en la memoria, esa pequeña expectativa.

¿Y cuando no sale nada? A mi me ocurre que al menos queda esa reminiscencia, la foto que pudo haber sido y nunca fue, esa foto que solo existe en un recuerdo. Esa foto se queda en tu cabeza y sólo puedes verla tú. Y no es una foto plana, en 2 dimensiones. Es una fotoenvolvente, tridimensional, que huele, que se puede tocar, que se mueve. Una foto mágica.

Afortunadamente la pequeña Werlisa Indiana Jones se portó mejor de lo esperado y estas fotos se han materializado, pero me encantaría un día poder mostraros todas las fotos que nunca fueron.


Volver a donde hemos sido felices

Eso que dicen de que al lugar en el que has sido feliz es mejor no volver me parece una mierda. Yo creo que a ese sitio del que almacenas solo buenos recuerdos tienes que ir una y otra vez, para que te pasen más cosas buenas y otras no tan buenas y puedas pensar en ese lugar sin melancolía, sin idealizarlo, sin acordarte solo de lo positivo. Para que ese sitio sea, no solo una cosa increíble de tu pasado, sino algo continuo, permanente, un espacio que, a base de pisarlo, se acaba convirtiendo en una casa.

Londres fue mi casa durante un año y sigue siendo mi casa ahora, aunque solo vaya un fin de semana al año. Esta será siempre una de mis muchas ciudades.

¿Qué tengo que aprender de tu fantasma?

Cuando me pediste dejar de vivir juntos y terminar la relación vi la oportunidad de dejar Madrid y buscarme la vida en el norte, en la zona más recóndita del Pirineo. Hace ya 7 años de ello y nunca me he arrepentido.

Los primeros años fueron duros, como no podía ser de otra manera. Aprender a vivir sin ti no formaba parte de mis planes, pero a base de silencio, de abrazar árboles  y del intenso verde que me rodea acabé podando todas las zarzas que llenaron tu ausencia. 

Sólo me visitas ocasionalmente en sueños y no los entiendo. En ellos todavía me rompo de dolor al querer abrazarte y sentirte distante e indiferente. Se apodera de mi un apego a tu persona que anula mi sensación de valía propia. Literalmente es sentir que sin ti no merece la pena la vida.

Curioso, porque es algo que nunca sentí cuando estábamos juntos.

Al despertarme, asustado por ese secuestro de emociones, todo se diluye al momento sin que me de tiempo a analizar nada. Las imágenes acontecidas quedan pero todo el dolor desaparece. Recupero el sentido común  de inmediato y toda la agonía previa parece un sinsentido,  una soberana estupidez... 

¿Qué tengo que aprender de esos sueños? Si no me acuerdo de ti durante meses ¿por qué me visita tu fantasma de esa forma?

Los días siguientes a esas noches procuro pasear más tiempo entre el verdor de los árboles. Deben quedarme espinas pendientes de podar en ese hueco que dejaste.

La silla vacía

Hola,

¿Cómo vas con tus movidas?

“Arte es poner el alma en lo que haces. Es traspasar y emocionar” Esto ha dicho Lolita y me has venido a la cabeza. Bueno, más o menos que no soy capaz de memorizar tan literal.

Estaba pensando en aquella borrachera tonta donde prometí ir a verte al teatro y llegó el día y fui y ni siquiera recordaba el título de la obra.

Joder que no podía apartar la mirada de ti. Qué magnetismo! Nos vamos a morir de tanto pasado, decías y aún tengo apuntada esa frase en la entrada.

Y acabó la obra y me fui enviando sólo un audio diciendo que me dolía el pecho, no sé si lo recuerdas. Mi viaje de vuelta fue silencioso. Me tendría que haber quedado y abrazarte. Siempre debería haberlo hecho, perdón por huir.

Pero bueno q yo sólo quería decirte que eres ARTE y pensaba que debía decírtelo aunque ya lo sepas. Y que al arte se le debe tener siempre cerca para que te inspire porque eso es lo que eras y que tú no lo sabes, pero aún ahora lo haces. Mírate, mírame aquí haciendo este soliloquio que ni siquiera sé si te enviaré. Nunca dejemos de ser arte, me decías. Al menos eso sí que lo cumplimos. Aunque no fuera juntas.

Y que me gustaría volver a verte, pero me puede el miedo Cuídate, R. 💫