Mensual

De cuando nos cubrió la nieve

Vino y quedó como un extraño recuerdo en la memoria. Se me antoja hasta lejano en el tiempo y tan solo hace 3 meses que sucedió: una borrasca de nombre cómico que me dejó uno de los recuerdos más dulces para contar a mi hija.

Cuando miro las calles de mi vecindario trato de reconstruir la visión de contemplarlas colmadas de nieve. Una nevada como jamás había visto yo en Madrid.

La nieve siempre me ha parecido fascinante, sobre todo por cómo combina delicadeza, elegancia, belleza, y letalidad al mismo tiempo.

Ver caer los copos con esa liviana inocencia, posarse sobre las cosas como si fueran caricias bienintencionadas, y sin embargo saber que todo lo que engulle es secuestrado con una mordaza blanca que puede quitarte el aliento. ¡Qué paradoja tan hermosa!

En estos días atrás en los que hemos tenido suspendida sobre la ciudad una calima procedente del desierto, recordar todo cubierto de nieve se me hace entrañable. Llegó y nos pilló a todos desprevenidos. Habían alertado de la magnitud que podía alcanzar pero cómo imaginarse una cosa así. Y hasta tuvo la gentileza y el detalle de comenzar un viernes y quedarse bailando con nosotros todo el fin de semana ¡cómo agradecí poder disfrutarla enteramente!

El lunes, con la vuelta al trabajo, comenzó la resaca tras el espectáculo: la nieve convirtiéndose en barro negro, las mierdas de los perros aflorando como malas hierbas en los sitios más insospechados, las placas de hielo atentas a una pisada imprudente, y los contenedores de basura desbordados ante la imposibilidad de circular los servicios de limpieza. Todos los desperdicios que generamos expuestos como una herida abierta supurando.

Me quedaré con ambos recuerdos, ambas caras de la moneda. Hoy, aquí, sólo me apetece mostrar una de ellas.

Nueve años

Quería hablar de Madrid. Recopilar unas cuantas fotos, unas cuantas palabras, dedicarle un homenaje a la ciudad que he habitado durante nueve años. Llevo dándole vueltas varios días, pero ¿cómo hacerlo si Madrid es inabarcable?

Han sido cientos de paseos cámara en mano. Madrid me ha enseñado a fotografiar, a buscar ese punto de color, esa luz que de repente aparece mágica entre el hormigón, donde la metrópolis se hace más amable, menos monstruosa, y permite que me evada de esta mole que tantas veces me ha tragado, pero que siempre me ha devuelto a flote.

Gracias Madrid, te perdono.

Persiguiendo tempestades

Nos levantamos con los cristales empañados, con mis pies como siempre fríos. La playa había desaparecido, se la habían tragado el viento y las olas. Esas olas que rugían que daban miedo cuando llegamos a Santa Justa. La espuma del mar volando como confetti, empapándonos los huesos.

Persiguiendo tempestades por caminos de tierra, viendo desde el coche como esas olas se levantaban por encima de las rocas, de los edificios, las olas hasta el cielo.

Aterrador e imposible, como solo la naturaleza puede serlo. Salvaje y hermosa.



Silencio

Creo que nunca había escuchado tanto silencio. Es como si se hubiera parado el mundo. Como si nos hubiéramos quedado sordos. Puede que el universo nos estuviera diciendo que todavía no era el momento de seguir; puede que sea hora de parar y reflexionar.

Parece que las cosas nos pasan por encima, sin dejar huella. ¿Habremos perdido la capacidad de aprender? ¿Hacemos frente a tantos estímulos cada día que ya nada nos conmueve?

Si me pongo los cascos, subo el volumen de la música y salgo a la calle, hay ratos en los que me desdoblo. Empiezo a mirar todo como si fuera una película. Entonces, cuando dejo de ser yo, me doy cuenta de que vivo en automático, dejándome llevar por la inercia.

Y de repente empieza a nevar. Cojo la cámara y vuelvo a conectarme con algunas de las cosas que importan.

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Aterrizado

Originar. Abrir. Estallar.

Alumbrar. Iluminar. Aluzar. Dar a luz. Traer al mundo. Parir.

Descender. Caer. Desplomarse. Aterrizar.

Cegarse con la llegada. Resbalar según se inicia. Tropezar en el primer paso. Sonreír en el vértigo. Besar el suelo. Abrazarlo, y para abarcarlo, desparramarse.

Estrellado, casi como el firmamento. Esparcido. Diseminado.

En esta vida hay que ir con los brazos abiertos para entenderla y mantenerse cegado para escuchar su poema.

La piedra nunca será lo suficientemente dura para amortiguar la ternura de nuestra carne.

2020

Desde que empezamos este proyecto siempre he pensado que si habría huevos a escribir un artículo a partir de una única foto. La idea siempre me había parecido como si me escaqueara. Como si dijera: pues sí, lo reconozco, este mes he sido un poco vago.

Pero mira, hemos pasado todos 2020 y a mí ya me da todo igual. He estado meses sin hacer fotos. He pasado meses sin escribir. He publicado fotos sin texto. Y muchos textos sin sentido. Y qué demonios, que pienso que esta es mi mejor foto de 2020. Recoge al máximo lo que ha sido 2020 para mí y para muchos.

Está hecha en el lugar que más tiempo he pasado este año, con la cámara que más me gusta.

Las formas del hielo

El último día de 2020 lo pasé en la montaña. Por eso de acabar el año un poco en alto. Subí buscando la nieve que en Madrid no teníamos. Para qué diré nada…

Dicen que no hay dos copos de nieve iguales. ¿Hay dos trozos de hielo iguales?

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The outskirts

There it is. Again. That constant buzz in my ears. Every f*** night. Every f*** time the world shuts up and everything gets silent in my living room.

But not there. Not when I leave home. Not in the outskirts.

The last normal day

7 de marzo de 2020. No tenía ni idea del tipo de fotos que estaba haciendo ese día. Pero reconozco que lo estaba disfrutando, y que quizás, algo había ahí para enseñar. Estaba en un museo y me apetecía coger algo que no fuera sólo paredes y cuadros del museo.

7 de marzo. No tenía ni idea del tipo de fotos que estaba haciendo ese día. Tampoco tenía ni idea de que ese era el último día normal.

Un paseo por la rutina

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La rutina tiene pocas cosas buenas, pero alguna tiene. Como no tener que pensar qué te vas a poner hoy. O si irás a tomar un café, porque no irás. Ni por dónde vas a pasear. Porque será por donde siempre.

¿Y dónde está lo bueno en pasear siempre por el mismo sitio? Que, de tanto hacerlo, empiezas a ver patrones en la rutina. Y a veces encuentras patrones maravillosos.