Número 33

Una balanza y un libro de magia

Dentro de mí hay dos mujeres y no siempre se llevan bien. Una es impulsiva, gritona y un poco alcohólica. La otra es servil, controladora y muy responsable. Las dos tienden a la melancolía y a la depresión.

A veces la mujer impulsiva sueña con matar a su compañera. Pero entonces se da cuenta de que sin ella se impondría el caos y siempre acaba dejando el cuchillo encima de la mesa.

A veces la mujer impulsiva sueña con marcharse lejos.

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Diario Filomenal

Dia 0

No me tomo normalmente la fotografía como algo muy documental. Pero el día que batimos record de temperatura mínima lo merece.

Día 1

El día que batimos record de nieve acumulada en Madrid también lo merece.

Día 2+

¿Y qué hay de los días siguientes? ¿Qué hay de especial lo siguientes días? Una ciudad colapsada. Por la nieve y por la falta de medios. Un claro ejemplo de las ganas de drenar lo público para repartírselo de manera privada. Porque no va de ahorrar, va de que se lo lleven los míos.

¿Qué hay de especial estos días? Un modelo de ciudad fallido.

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De cuando nos cubrió la nieve

Vino y quedó como un extraño recuerdo en la memoria. Se me antoja hasta lejano en el tiempo y tan solo hace 3 meses que sucedió: una borrasca de nombre cómico que me dejó uno de los recuerdos más dulces para contar a mi hija.

Cuando miro las calles de mi vecindario trato de reconstruir la visión de contemplarlas colmadas de nieve. Una nevada como jamás había visto yo en Madrid.

La nieve siempre me ha parecido fascinante, sobre todo por cómo combina delicadeza, elegancia, belleza, y letalidad al mismo tiempo.

Ver caer los copos con esa liviana inocencia, posarse sobre las cosas como si fueran caricias bienintencionadas, y sin embargo saber que todo lo que engulle es secuestrado con una mordaza blanca que puede quitarte el aliento. ¡Qué paradoja tan hermosa!

En estos días atrás en los que hemos tenido suspendida sobre la ciudad una calima procedente del desierto, recordar todo cubierto de nieve se me hace entrañable. Llegó y nos pilló a todos desprevenidos. Habían alertado de la magnitud que podía alcanzar pero cómo imaginarse una cosa así. Y hasta tuvo la gentileza y el detalle de comenzar un viernes y quedarse bailando con nosotros todo el fin de semana ¡cómo agradecí poder disfrutarla enteramente!

El lunes, con la vuelta al trabajo, comenzó la resaca tras el espectáculo: la nieve convirtiéndose en barro negro, las mierdas de los perros aflorando como malas hierbas en los sitios más insospechados, las placas de hielo atentas a una pisada imprudente, y los contenedores de basura desbordados ante la imposibilidad de circular los servicios de limpieza. Todos los desperdicios que generamos expuestos como una herida abierta supurando.

Me quedaré con ambos recuerdos, ambas caras de la moneda. Hoy, aquí, sólo me apetece mostrar una de ellas.

Nueve años

Quería hablar de Madrid. Recopilar unas cuantas fotos, unas cuantas palabras, dedicarle un homenaje a la ciudad que he habitado durante nueve años. Llevo dándole vueltas varios días, pero ¿cómo hacerlo si Madrid es inabarcable?

Han sido cientos de paseos cámara en mano. Madrid me ha enseñado a fotografiar, a buscar ese punto de color, esa luz que de repente aparece mágica entre el hormigón, donde la metrópolis se hace más amable, menos monstruosa, y permite que me evada de esta mole que tantas veces me ha tragado, pero que siempre me ha devuelto a flote.

Gracias Madrid, te perdono.