Mensual

Piedras, murallas y otros caminos

Hoy no me encuentro bien, así que voy a escribir en desorden, porque así es como está mi cabeza. Elliott maúlla sin descanso. Pienso en fantasmas y en tiempos que quedaron atrás. Qué suerte tienen aquellos que nunca se sienten fuera de lugar. Que nunca piensan que hablan demasiado o que deberían hablar más. Tedio es una de mis palabras favoritas por cómo suena y porque en el tedio me sumerjo y en el tedio vivo. El otro día leí que en el espacio es imposible llorar. Me encantan los puentes viejos y los puntos de fuga y las líneas que te llevan a sitios insospechados. Me he puesto colibríes y serpientes en las orejas y me he sentido poderosa. He pintado un rayajo pensando en el verano de 2003 y una piedra con forma de calavera. He vuelto a cruzar despacio en rojo para ver si mi buena suerte sigue intacta. He pensado en lo desagradecida que he sido conmigo y ahora quiero pedirle perdón a mi cuerpo. He vuelto a soñar en blanco y negro y me he dado cuenta de lo mucho que lo echaba de menos.

Segundas oportunidades

Tras semanas de lluvia y frío,  Marisa admiraba por la ventana de su salón un cielo azul y limpio que hacía resplandecer el verdor de los árboles y la hierba. Las temperaturas habían subido de un día para otro de tal manera que, si ayer llevaba jersey de cuello vuelto, hoy podía estar en camiseta de manga corta.

Parece mentira lo frágil e ingrata que es la memoria, pensaba. Habían bastado esos largos días de cielos grises y amenazadores para hacerla olvidar el incipiente equilibrio que llevaba manteniendo desde meses atrás. 

Todos los fantasmas que había conseguido amordazar en ese tiempo habían escapado y los sentía amarrados ahora a su cuello, dejándola afónica. 

 Sin voz, sólo le quedaba la palabra escrita para exorcizarlos. Se entregaba frenética a la escritura, como un músico a la improvisación más caótica. Creía que para echar a sus demonios tenía que dar más espacio a su propia voz. Como todavía no era capaz de distinguir la suya de las otras parásitas, optó por escribir todo aquello que se le pasara por la cabeza. Llegaba a tal punto que a veces ni escribía palabras legibles, sino garabatos, trazos y líneas. Confiaba en poder descifrarlas más adelante, cuando hubiera más silencio en su cabeza. 

 Marisa tenía muchos motivos para poder atormentarse: fracasos, errores, apuestas que no salieron bien, expectativas no cumplidas, promesas incumplidas, propósitos que no pasaron de ser una mera intención, fracasos (sí, ya lo he dicho, pero es que pesan mucho, por eso les da el doble de valor).

Sin embargo, estando sentada en su salón y mirando cómo un sol amable le calentaba la cara, se dijo a sí misma que la primavera estaba llegando y que, si la naturaleza era capaz de renovarse sistemáticamente cada año, ¿por qué ella no podría hacer lo mismo? Salió a su jardín y contempló a su alrededor. Días atrás había podado salvajemente varias de las arizónicas que tenía y ahora sus troncos desnudos, como muñones, le parecían una acertada metáfora de su momento vital. 

Cogió el coche y se fue a la ciudad. Paseando entre el paisaje urbano seguía admirando cómo los árboles y plantas empezaban a mostrar sus primeros brotes. Estuvo así durante horas. 

 La primavera es siempre una segunda oportunidad-pensaba, mientras trataba de retener el bienestar que le producía esa frase. 

 Continuó andando hasta situarse en un punto en el que el sol volviera a acariciarle la cara. Tomó una gran bocanada de aire y sentenció para sus adentros:

La primavera es un nuevo ciclo. La primavera es un nuevo comienzo. Sólo tengo que dejarme llevar por su oleaje. 

 Un desconocido le preguntó la hora. “Las tres menos diez” respondió amablemente.

 A los pocos pasos se percató: había recuperado la voz. 

Madriz

La voz que te acompaña

¿Habéis probado alguna vez a viajar solos? Habrá mucha gente que os diga que es aburrido, que para ir rápido, ve sólo, pero para llegar lejos, ve acompañado. Que ir solo es un fracaso.

Pero la realidad es que no vas solo. Hay una voz dentro que va contigo y te susurra dudas. Constantemente. Te dice no, que por qué. Será aburrido. Será raro. La gente te mirará. Menuda vergüenza pedir mesa para uno. No se calla, solo dejas de escucharla cuando hablas con otras personas. Lo sé, es ruidosa y está siempre ahí intentándose hacer notar. Por eso buscamos constantemente compañía.

¿Sabes qué? Lo mejor es que la hables. Que os conozcáis. Entiende qué es lo que le da miedo. Aprende lo que le gusta. Y, como pasa normalmente cuando conoces a alguien con el que no te llevas totalmente bien, resulta que no era tan mala persona. Seguramente sólo tenía un poco de miedo. Vais a tener que hablar mucho antes de caeros bien. Seguramente pasar muchos kilómetros de coche o de avión a solas. Pero es una conversación que merece la pena que tengas.

Es el copiloto que va contigo toda la vida. El que te anima a hacer cosas aunque den un poquito de miedo. El que antes te hablaba de miedo, ahora solo te habla de cuán excitante puede ser todo. De cuán bonito es coger una cámara por Tenerife y mirar donde nadie mira.

Las casas de verano

Las casas de verano.

Hormigón y colores pastel. Toldos y sombrillas.

Helados en el congelador. Las sillas de playa apiladas en la terraza.

Crema solar y antimosquitos.

Montañas de arena al barrer. Plantas tropicales.

Sueños tropicales al pie del cantábrico.

La fantasía de la retro-modernidad en primera línea de playa.

Persianas cerradas, manchas de humedad.

El sueño Español es una casa vacía en un piso 27.

Mirando abajo

La verdad es que miro mucho. No era muy consciente hasta que Andrea lo dijo el otro día. Me paso el día mirando. Arriba, abajo. A todas partes. Pero me gusta especialmente mirar abajo. Nadie mira abajo. El suelo está lleno de historias.

El primer día normal

4 de febrero. Acabo de volver a casa y estoy pensando que ha sido un día bastante especial. He conocido a Elisa, hemos hecho fotos. He comido fuera de casa y he ido de tiendas. Me he encontrado a Leti y Rina, que hacía siglos que no las veía y están estupendas. He dado un paseo con la familia y he cenado fuera otra vez. Me ha recordado un poco al último día normal hace 2 años con Miki.

Hoy es 4 de febrero. Y ha sido mi primer día normal.

PD: Gracias Eli.