Los columpios son para los niños
Excepto cuando llueve. Que son para la gente con cámaras.
Las casas de verano.
Hormigón y colores pastel. Toldos y sombrillas.
Helados en el congelador. Las sillas de playa apiladas en la terraza.
Crema solar y antimosquitos.
Montañas de arena al barrer. Plantas tropicales.
Sueños tropicales al pie del cantábrico.
La fantasía de la retro-modernidad en primera línea de playa.
Persianas cerradas, manchas de humedad.
El sueño Español es una casa vacía en un piso 27.
La verdad es que miro mucho. No era muy consciente hasta que Andrea lo dijo el otro día. Me paso el día mirando. Arriba, abajo. A todas partes. Pero me gusta especialmente mirar abajo. Nadie mira abajo. El suelo está lleno de historias.
4 de febrero. Acabo de volver a casa y estoy pensando que ha sido un día bastante especial. He conocido a Elisa, hemos hecho fotos. He comido fuera de casa y he ido de tiendas. Me he encontrado a Leti y Rina, que hacía siglos que no las veía y están estupendas. He dado un paseo con la familia y he cenado fuera otra vez. Me ha recordado un poco al último día normal hace 2 años con Miki.
Hoy es 4 de febrero. Y ha sido mi primer día normal.
PD: Gracias Eli.
¿Os he dicho que mi madre está haciendo un curso de iniciación a la fotografía? Disfruta de su jubilación realizando talleres y formación en la universidad y uno de ellos es precisamente ese.
Los domingos que voy a comer a casa de mis padres me muestra los ejercicios que tiene que hacer y me pide consejo ¿puede haber algo más tierno?
Este domingo salimos a pasear al retiro cámara en mano. 35 años atrás lo hacíamos con cualquier otro juguete mío. Hay cierto vértigo en enseñar a hacer algo a tu propia madre, y desde que soy padre y veo a mi hija jugando con ella, me intimida cómo la fragilidad la acecha y acompaña de continuo. Me apena que por una cuestión matemática y biológica mis padres no vayan a disfrutar durante tantos años de mi hija como yo he disfrutado de mis abuelos.
Fue una tarde curiosa. Redescubriendo ejercicios de fotografía que hace años que no hacía y viendo la cara de satisfacción de mi madre al entender porqué tal técnica desembocaba en un resultado y no en otro.
Había de fondo un susurro como de reloj de arena. Apenas lo escucharían los demás, pero yo lo tenía muy presente.