Dicen que cuando el Tajo estaba crecido las aguas devoraban el Puente del Cardenal, ocultándolo bajo su manto. Hoy esa imagen es imposible de creer.
Es febrero y no ha llovido. Las orillas del río están surcadas por líneas que nos cuentan hasta qué altura llegó una vez.
Y cómo cada año lleva menos y menos agua.
Los pilares del Puente del Francés también dan cuenta de la debacle. Hace no mucho tiempo el agua los cubría casi por completo. Ahora, desnudos, muestran sus estrías.
Sigue sin llover. El Tajo agoniza, ya no es ni sombra de lo que una vez fue.
Buendía es un erial. Paseando por los lodos que antes cubría el Mar de Castilla vemos conchas incrustadas entre las grietas de una tierra cada vez más seca.
Los restos del embalse de Entrepeñas cuentan la misma historia. La tierra extraña un agua que nunca debió estar ahí.
Sin darnos cuenta nos volvemos desierto, nos inunda la aridez. El horizonte no es desolador, es terrorífico. Y tú, ¿Qué harás cuando se acabe el agua?