Número 10

Lo que importa

Este mes llegamos jodidamente tarde. Culpa mía por no hacer mi trabajo de editor, mi trabajo de escritor y mi trabajo de fotógrafo. Estoy completamente perdido en un mar de tareas a las que yo mismo me he ido comprometiendo y no sé cómo salir de ellas.

Es más, me había obligado a escribir un post sobre un tema que no me interesaba. Ya iba tarde, pero al menos iba. Lo he tirado a la basura después de tener el borrador prácticamente preparado. No me importa. Era completamente irrelevante para mí. No era un tema ni muy profundo, ni siquiera un poco personal. 

En meses donde nada motiva, ¿qué es lo que realmente me importa? Y he abierto la carpeta con todas las fotos del último año. Y ahí estaba.

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Un año de fotos disparadas en carrete con Яна. En estudio o improvisado. Sol, lluvia o nieve. Asados de calor o muertos de frío. En los descansos del trabajo o los fines de semana.

Agotados después de la semana, o incluso enfermos. No son las "mejores" fotos que tenemos. Mejores en el sentido estético. Pero sí son las más bonitas porque representan un montón momentos. Un montón de momentos que entonces me parecían totalmente insustanciales, pero que desde que no los tengo ya no son tan irrelevantes.

Como dice Andrea, mejor si es imperfecto. Así que Яна, sé que "odias" muchas de estas fotos totalmente imperfectas, pero sé que aprecias cada uno de esos momentos. 

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Hoy me ha parecido importante por dos motivos. Uno es que he tenido que retirar una foto, así que lo estoy compensando con decenas más.

La otra es porque te echo de menos.

Cuando el viaje sana

Buscábamos días de calma, mínimos y pausados, como un corazón en reposo. Días de lluvia suave en los que las lágrimas se pudieran confundir con sonrisas.

Queríamos acompasar nuestra respiración al rumor de las olas para que nuestra exhalación se llevara todo aquello que pesa escondido en nuestros rincones.

Mirar, escuchar y callar….

Observar lo pequeño para tratar de achicarse uno mismo. Abrirse a su secreto mensaje de geometría universal.

Caminar sintiendo cada paso, como si fuera un juego de atención. La lluvia serena limpia aún más el aire. El follaje de alrededor nos cuida con un aroma a bosque húmedo. Miramos a nuestro alrededor, los sonidos llegan pausados y sin tropezarse entre sí.

Mirar, escuchar y callar…

Parar el mundo y escuchar al cuerpo… ¿qué me dice cada dolor, cada sensación?

Déjate mecer por la corriente. Déjate ondear por el viento insistente. Llegados a este punto ya no tenemos otros destinos. Un “aquí y ahora” es un horizonte válido y reconfortante.

Aquí, ahora, contigo.

Aquí, ahora, contigo.

Aquí, ahora, contigo.

Es infinito

En la vida hay cosas que son difíciles de vivir, pero son aún más difíciles de contar. Recuerdos que son cicatrices tan profundas que queman.

El tiempo va pasando y el dolor toma otras formas. Pasa de ser un monstruo que te amenaza en los momentos débiles a una sombra que te acompaña en todo momento. Ya no es mala, ya no da miedo. Está ahí, vive contigo, y lo hará para siempre.

Me ha costado mucho, y aún me cuesta, comprender que vivir con esa sombra le da otro sentido a las cosas. Que hay lugares a los que nunca volverás, pero hay otros a los que puedes volver siempre que quieras.  Que el hogar no son esas cuatro paredes, las fotos, los libros, los objetos coleccionados a lo largo de una vida. 

Ahora el hogar son estas tierras verdes, estas rocas. El cielo casi siempre nublado. Ese mar que a veces es cruel pero siempre es hermoso. También esas tierras del sur en las que siempre piensas cuando quieres huir.

Si el hogar es el sitio al que volver quiere decir que el hogar es infinito. Y eso nada te lo puede quitar, ni siquiera el tiempo.

Mejor si es imperfecto

Cuando era pequeña, me gustaba hacer las cosas bien. Dice mi madre que mis cuadernos del colegio tenían cuatro hojas, porque cuando una frase se me torcía o me tocaba hacer un tachón, me ponía de los nervios y no conseguía quedarme contenta hasta que arrancaba la página y volvía a hacer todo desde cero; sin errores, sin manchas, perfecto.

Esta especie de TOC se mantuvo en mis años de universidad, de los que conservo unos apuntes impolutos que más que para estudiar servían para forrar una pared. Puede que esté mal que yo lo diga, pero qué maravilla de apuntes, oye. 

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Por aquel entonces, ya me había dado cuenta de que la vida era de todo menos predecible y creo que mantener el orden en determinadas cosas —ya fueran los apuntes o mi peso, por ejemplo— me hacía pensar que de alguna forma yo tenía algo de control. Los años fueron pasando y con el tiempo descubrí que, después de haberla buscado de forma constante en colegios, universidades y trabajos varios, la perfección me hacía daño (además de aburrirme soberanamente). Marcaba una especie de línea tope que yo no podía superar; me hacía estar agobiada, insegura y me regalaba una extraña sensación de culpabilidad que de vez en cuando me susurraba al oído: "¿De verdad no puedes hacerlo mejor? Eres una inútil". No sé si esto se vio acentuado por el hecho de ser mujer —yo creo que sí, aunque dejo este tema para tratarlo en un futuro post feminista, que escribiré más pronto que tarde—; el caso es que la perfección era la zanahoria que hacía andar al burro (en este caso, la burra) por un camino sin curvas que me llevaba directamente ¿a dónde? Ni siquiera yo lo sabía.

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Y de repente, descubrí la fotografía analógica, un mundo donde no hay nada seguro y, por lo tanto, donde la perfección no existe. El tipo de carrete, el tiempo que lleva en el mercado, la cámara que uses, la forma en que reveles, cómo escanees los negativos. Entran en juego un sinfín de variables que crean millones de resultados distintos. No hay nada que marque la norma. En estos años, ha aprendido a valorar las manchas en los negativos, los pelos de gato pegados al cristal del escáner, los cambios de color entre fotos de un mismo carrete, a pesar de haber sido tomadas en un mismo espacio, con una misma luz. He aprendido a valorar la imperfección en sus múltiples formas y me he dado cuenta de que un montón de hojas llenas de tachones son mucho más reales y van más conmigo que una sola página sin errores.

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