Se rompió ese miércoles por la mañana. No lo vimos como un presagio, la mala suerte siempre nos ha acompañado.
Lo dejamos ahí, roto, descompuesto. Mirarse en él era como verse el alma. Rota, pero aún servible.
Lo dejamos ahí durante meses y meses ¿y qué más da? Siete años no son nada, siempre estuvimos malditos.