Instrucciones contra la apatía


Supongo que siempre hay rachas. Las rachas buenas pasan como un relámpago, rápidas, llenas de luz y sin muchas ganas de quedarse. Las malas son pegajosas y pesan; pesan tanto que a veces no puedo deshacerme de ellas hasta mucho después de su llegada, cuando ya han conseguido desestabilizarlo todo. Al irse, dejan en el aire un rastro cargado de apatía y resentimiento, que puede medio borrarse de una manera simple: buscando un bosque en el que no haya gente y meterte en él, respirando muy hondo. Al salir, las plantas habrán hecho de las suyas y puede que volvamos a encontrarle sentido a todo esto.

Mi racha ahora me pide quedarme embobada mirando la luz que cae encima de las hojas e imaginarme el mundo en blanco y negro, porque así encaja mejor con esta melancolía que suele acompañarme.

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