Ves la planta del pie doblarse como si fuera una palma y no es suficiente. Ves el gemelo marcarse como si quisiera arrancarse de su tibia, y no es suficiente. Siempre se puede doblar más la zapatilla de puntas. Siempre puede haber un perfil más marcado de gemelo. Siempre puede haber un arco mayor. Una línea más estilizada. Una expresión más relajada.
Bienvenidos a la vida de una bailarina.
Reconozco que la primera vez que entró una bailarina en mi estudio no tenía ni idea de lo que era un cambré, ponerse en tercera o la forma que debía tener la planta al subirse a la puntas. Hubo un tiempo en el que no me gustaba la danza. La veía por televisión y no la entendía. No había nada ahí de lo que se suponía que debía transmitirme. Hasta que tuve una bailarina delante. No es sólo estética, que también. Cuando se mueven aparece algo que no estaba ahí hace un momento.
La fotografía no le hace justicia a un arte que se vive en movimiento. Nos perdemos, básicamente, todo. El movimiento es sentimiento y la foto muchas veces sólo capta la espectacularidad de la pose. Pero se deja todo lo que ha pasado hasta llegar hasta ahí.
Y yo, que lo que manejo son instantes, me pregunto cómo trasmitir esto que no va de microsegundos.
Gracias Irene, Kate, Sam. Gracias por vuestro valor. Por vuestra confianza. Gracias porque me hicistéis valorar lo que hacéis mucho mucho antes de estas fotos. Porque cada vez que miro estas fotos, veo alma.
A todos: por favor, respetadlas, admiradlas. Son maravillosas por dentro y por fuera, hacen cosas maravillosas con su cuerpo, y confian en nosotros para enseñarlo. Y que no juzguemos. Ellas son:
- Irene Gómez
- Samantha Vottari
- Kateryna Humenyuk