Con los pies en la tierra

Luz dura, directa, tosca, ruda, cruda, áspera, como la corteza de la raíz. La luz dura, a pesar de la sombra. Permanece, cegadora. No entiende de artificios ni de suavidad. No tiene compasión por las formas. Cae afilada y seca. Es muda y eso la hace más peligrosa. No sabe a nada y eso la hace más incomprensible. No huele y, por tanto, es más traicionera. 

Luz dura que arruga la piel, la corteza, y estremece la arena secándola. La arena áspera como la raíz. La arena áspera que hace cosquillas en la planta del pie... desnudo. El pie que juega con la arena, como el topo, ciego. El pie desnudo que siente porque está vivo, sin calzado, vulnerable, expuesto a esa luz afilada. El pie que muestra su identidad, sin el anonimato del zapato, sin el equilibrio del tacón. ¡Abandona el cascarón! ¡sal de ahí! Pasea y juega a sentir todo lo que pisas. Reta a la luz en su baile. Ella podrá ser más liviana, pero tú tienes la ventaja de una piel blanda que perece a cada instante.