Número 37

La fiesta sorpresa de los R

Le he dicho a Andrea que no pase por el pueblo. Que siempre pasan cosas extrañas cuando llega un extraño. La conozco bien, y sé que a ella le gustan las cosas extrañas. Y llevar la contraria. Así que lo más probable es que vaya este finde.

Ella no se ha dado cuenta, pero he cogido su cámara de vez en cuando y he ido haciendo fotos a edificios abandonados. Quiero que cuando llegue, su subconsciente los reconozca y le haga seguirlos..

Pasado el último, al final del camino hay un jardín de cactus y chile verde. Espero que sea verde porque soy daltónico. En ese jardín, le he preparado una fiesta sorpresa. He preguntando a Ramón y a Ramona, y se apuntan. Tanto nombre con R, empiezo a pensar que somos inventados.

Reconozco que estoy un poco nervioso y espero que encuentre el camino. Si no, se va a pensar que la he engañado y que no soy buena persona.

Ramiro.


Las fotos y los personajes son de Andrea :)

Antes que las palabras, el murmullo.

Estoy tratando de recordar momentos de júbilo en mi juventud. Me cuesta encontrarlos.

Claro que he tenido mis alegrías, y mis momentos de placidez y descanso; pero júbilo no. La gente suele describir sus años jóvenes como un torrente de emociones que a veces tiene una alegría desbordante y otras un dolor que te resquebraja.

Pero en mi caso no es así. Yo recuerdo de siempre un murmullo azulado por dentro que me decía cómo era el mundo. Era como un olor de fondo que siempre está allí. Por mucho que te acostumbres a él, lo sigues percibiendo. Me pasaba de niña y me sigue pasando a mi edad.

Miro a mi alrededor y todo contiene esa especie de quejido manso que hace que me quede sin palabras cuando observo algo. Podría ser lo que la gente llama “asombro”, pero sin la sensación de vértigo que suele provocar algo inesperado. En mi caso es como un amago de romperse a llorar por dentro pero sin derramar una sola lágrima. No duele en absoluto, pero te abarca entera cuando llega y te hace enmudecer. La gente ya me decía que no soy muy habladora, que ni siquiera para mantener una conversación sobre el tiempo sirvo, pero es que yo mido mucho mis palabras. Porque las palabras, cuando a uno se le caen de la boca, pueden llegar a ser ensordecedoras durante horas o incluso días. Te persiguen y te persiguen hasta que por fin acaban perdiendo su volumen y se quedan en la lejanía.  

Yo no recuerdo júbilo en mi juventud, ni pesar desgarrador. Pero sí recuerdo tener desde niña esa habilidad para percibir la vida como un reloj de arena que se desliza suave y silenciosamente delante nuestra. Sin poder apartar la mirada, cautivada, esperando que caiga hasta el último grano.

Gracias, Nerea, por inspirarme con tus fotografías. Mirarte con este detenimiento y a vista de pájaro me ha hecho redescubrir muchos de tus paisajes y el sentido que los une. Un honor volar con ellas.

Realidades

Recuerdo la primera vez que vi las fotos de Miguel, cómo me sorprendieron sus retratos callejeros. A mi que en general me causan pudor los desconocidos, me chocaron esas miradas tan directas, los planos cercanos, el contraste de los grises… Además de la crudeza de estos retratos hubo algo que me llamó la atención. Muchos de ellos estaban hechos en lugares que yo conocía, pero vistos a través de su objetivo me resultaban como extraños.

También recuerdo la primera vez que vi una de sus fotografías de estudio, y me sorprendí aún más. Le vi jugar con códigos que abrazaban lo onírico, lo surrealista, con una expresividad que me tocó algo por dentro.

Analizando ahora su obra creo comprendo la conexión entre los estilos tan variables por los que transita Miguel. Para mi fotografiar no es retratar una realidad, sino crearla, y siento que Miguel es un mago, no solamente en crear realidades, sino en exteriorizar a través de estas realidades diferentes algo profundamente emotivo. Por eso sus fotos son de esas en las que te quedas un rato, te sumerges.

Un paseo tranquilo y sosegado

Hoy me he paseado por tus fotos y me he dado cuenta de lo importante que es pararse a observar. Cuando publicamos por aquí, siempre entro en vuestros posts y os leo, aunque confieso que lo hago de forma rápida, porque la vida me empuja a moverme como si todo fuera a acabar mañana.

Hoy me he paseado por tus fotos y lo he hecho de una forma diferente. Me he dado un paseo tranquilo y sosegado, lento, sin prisa. Qué importante es el tiempo para entender algunas cosas.

Hoy me he paseado por tus fotos y he notado el frío y el calor, he podido tocar el agua y escuchar las hojas caer en el suelo. He sentido la piel y la tierra y he viajado a sitios distintos del que me encuentro ahora. He visto una atmósfera y una luz mágica que lo envuelve todo.

Qué delicadeza en tu trabajo. Cuánta sensibilidad y qué forma tan bonita de mirar el mundo. Qué suerte tuve el día en que me crucé contigo en una clase en Vallecas y me propusiste unirme a este colectivo.

Fotos de Sergio Moratilla