Hay palabras que se sienten un poco huérfanas de imágenes. Apetece contar algo y uno no se sabe qué exactamente.
Rescatando fotos de hace la tira de años me encuentro con estos juegos de superposición. Fotografiar reflejos era mi primera manera de romper el hielo antes de sentirme preparado para disparar a alguien en su cara. Y siempre me gustó esos espacios improvisados y espontáneos que se crean a base de unir dos escenarios en una sola superficie. Tienen algo que a priori cuesta explicar y por ello te quedas con la mirada perdida, sin observar nada concreto y descansando los ojos.
La foto la completas tú cuando, con un sutil bizqueo, separas lo que ves con tu ojo izquierdo de tu ojo derecho, añadiendo un plano más.
Hoy no me siento especialmente narrador, así que callo y dejo que estas imágenes se queden un poco huérfanas de palabras.