A veces se me olvida lo mucho que me gusta escribir. El poder inventarme cualquier historia y soltarla al aire y que nadie sepa si lo que estoy contando ha pasado realmente. La vida, como los párrafos que escribimos, es un cúmulo de cosas que vamos percibiendo y cada una la interpretamos de una forma, así que nunca hay una verdad absoluta e irreparable.
A veces se me olvida lo mucho que me gusta el hormigón y ver y escuchar el mar en una playa donde apenas hay gente, lo mucho que me inspiran los días de lluvia y la sensación que me genera el entrar en una librería, vaya o no a comprarme nada.
A veces se me olvida que existe la cerveza y las terrazas al sol y la sesión de por las mañanas en el cine. A veces se me olvida que tengo amigas que me sostienen.
A veces, cuando me siento tan sola y me pregunto por qué estamos vivas, olvido agarrarme a todas esas cosas que me hacen sentir bien, que en realidad son muchas y que —por suerte— casi todas están al alcance de mi mano.