Qué emoción Paris.
He estado en esta ciudad unas cuantas veces pero siempre me agita un poco el corazón cuando ese amasijo de hierros gigante que es la Torre Eiffel aparece ante mis ojos. Qué emoción caminar mirando a los balcones, los neones de los estancos, las terrazas de los cafés, sin fijarte ni donde pisas.
Qué liberación llevar cargado en la cámara un carrete caducado hace veintipico años. Igual no sale nada, y qué. Quien necesita más fotos de París. Me despreocupo completamente de escudriñar cada escena callejera, de agudizar el ojo buscando la captura perfecta, para qué, si es posible que no salga nada. Hago las fotos que me apetecen, me da igual si son típicas, si total, igual no sale nada.
Al final han salido todas. Los irreales tonos azulados me hacen pensar en la utopía que es ser turista en una ciudad.
Y además, qué emoción un carrete caducado.