Se acabó la primavera de la verbena infinita, de la sensación de vértigo constante, la de la montaña rusa.
Pasó rápida, extraña y loca como un viaje en una atracción de feria.
Un carrusel de luces y sonidos estridentes, y dolor de cabeza el día después.
Como los billetes de bingo no premiados que se amontonan en el suelo, dejé muchas cosas por el camino.
En la tómbola del mundo, como decía Marisol, siempre vale más lo que se gana que lo que se pierde.