En aquellos paseos que nos dimos aquel verano, te hablé de mis recuerdos de infancia y de cosas que no le había contado a nadie. No sé por qué me fié de ti, algo debí de ver en tus ojos que me provocó una confianza ciega, pero ya sabemos que yo tiendo a equivocarme, que siempre le acabo dando el poder de hacerme daño a personas que no se lo merecen. Lo peor de todo es que en aquellos paseos te hablé de muchos sitios en los que siempre me había sentido a salvo y cuando después se complicaron las cosas, esos lugares dejaron de tener sentido, porque tú podías encontrarme en ellos. Ya no volveré a ver a los conejos ni podré esconderme entre los cactus.