En la ciudad espiral

Se da en Tánger un fenómeno inusual por el cual el tiempo y el espacio se vuelven elásticos.

La primera vez que estuve allí olvidé qué día era. Aislada por las calles de la Medina tardé en enterarme por un correo de mi aerolínea de que el vuelo que debía haber cogido esa tarde había despegado sin mi.

La segunda vez que estuve allí me obsesioné con buscar la fuente en la que dos de mis vampiros favoritos se sentaron a esperar la muerte. En lugar de eso nos encontramos mil veces volviendo al punto de partida, algo imposible en un laberinto de miles de callejones serpenteantes. Concluimos que el problema era que la ciudad era un bucle, se movía a nuestro ritmo repitiéndose para que no nos perdiésemos.

La última tarde que pasé en Tanger la niebla del atlántico lo tapó todo. Envueltas por una nebulosa láctea paseamos guiadas por la magia de la ciudad espiral.