14 de junio de 2021
Querida, Ana:
Parece que se nos han quitado las ganas de saltar. Pensaba que este viaje era lo que necesitaba, el empujón definitivo para colocar bien las cosas y ser capaz de ver qué es lo importante. Me equivocaba, para no variar. Supongo que cuando el desorden vive en tu cabeza no es posible escapar de él. Ramón me escribió el otro día para confesarme que hubo un tiempo que miraba todas las ventanas de su casa intentando decidir por cuál iba a tirarse. También me dijo que ya estaba mejor, así que no te preocupes mucho por él, pero no estaría mal que le mandaras un mensaje para que sepa que sigues viva. Pasar tanto tiempo sola me está viniendo bien. Tengo largas conversaciones conmigo y estoy aprendiendo a quererme mejor. Me escucho y me cuido más, pero echo de menos cosas, como nuestros paseos por el barrio o mi excursión semanal al museo. He vuelto a oír música a todas horas. Estoy haciendo una lista de reproducción kilométrica que te pasaré en algún momento, igual si la escuchamos a la vez podemos sentir que seguimos juntas, aunque nos separe un montón de tierra y arena. No puedo decirte cuándo voy a volver, esperaré a que el cuerpo me lo pida. Cuéntame cómo vas, si la tortuga ha aparecido y si te vuelve a gustar el vino. Y por favor, piensa en mí de vez en cuando. A veces siento que solo existo porque piensas en mí de vez en cuando.
Te mando fotos para que veas algunas de las cosas que he encontrado por aquí. Escríbeme pronto.
B.