“Va a ser un fotón”. Lo dices mientras accionas la palanca de arrastre. La imagen continua en tu cabeza unos minutos. Pasan un par de semanas o tres, revelas el carrete. La buscas entre los negativos y cuál es tu sorpresa cuando descubres que efectivamente, es un fotón.
Porque la fotografía analógica va de eso. De abrazar el error. Incluso de buscarlo, de desearlo a veces. El error es descubrimiento, es asombro, es sentimiento.
¿Y la vida sin errores qué sería?
Un aburrimiento.