Temes que aparezca cuando apagas la luz. Lo imaginas debajo de la cama. Esperándote en el pasillo. A tu lado mientras duermes. Temes la visión grotesca de algo inexplicable.
No llegas a comprender que se manifiesta de otras formas, más cotidianas. Esa presión en la nuca. El calor en las sienes. La garra apretándote el corazón. Esa nube negra que no te deja levantarte. Que te sacude cuando conduces, cuando caminas por la calle.
Temes al fantasma y no llegas a comprender que el fantasma eres tú.