Kenopsia

I.

El mar. Las olas rompiendo. Una lágrima cayendo al agua. Insonora, como todo lo que ocurre aquí. Una cuerda sepultada por la arena. Apenas un grito que se confunde con cualquier otra cosa, ahí, donde las olas rompen y se alzan. Salvajes, como una herida que no sangra, pero escuece. Como las pisadas aceleradas por la arena para no ser atrapadas por ella. El mar. Las olas rompiendo. Una lágrima cayendo al agua. Los brazos extendiéndose para abrazar una piel que ya sabe a sal. Tras la carrera, todo parece calma, incluso el oleaje furioso que te rodea y te arrastra, para luego devolverte a la orilla, y arrastrarte una vez más. Los últimos rayos resplandecen y deslumbran al tocar el agua en movimiento. Como un espejo inmenso en el que avanzas en busca de tu reflejo.

II.

La culpa. En la arena, el sol desvaneciéndose, el vacío donde antes la risa lo llenaba todo. Con la piel llena de arena. La culpa. Como un hilo llevado por una ola. Se acerca y se aleja. Intentas cortarlo. La culpa.

III.

Sigues ahí…

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