El camino acaba en alto

Llevo desde enero a la carrera. En realidad llevo toda la vida así pero estos últimos meses se parecen a un sprint. Como toda carrera, al principio empiezas fresco pero a partir de cierto kilómetro empiezas a pensar que quién te manda meterte en todo este lío.

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Piénsalo. ¿Cuántas actividades haces aparte del trabajo? ¿Deporte? ¿Idiomas? ¿Algún curso de otro tipo? ¿Alguna afición? Yo las he contado: 4. Y todas me requieren tiempo y constancia. 

Según escribo esto me doy cuenta de que en realidad no es cuestión de tiempo. La mayoría de las veces no lo es. Tenemos tiempo de sobra, tanto que lo tiramos constantemente. Lo que no tenemos es energía.

Nos empeñamos en tener cuantas más experiencias mejor. Pero la vida no es el cúmulo de experiencias. Le robo las palabras a Pablo d'Ors: preferimos las olas a la calma porque nos dan impresión de vida. Pero no es vida, sólo vivacidad.

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¿Y qué hago cuándo necesito desconexión y pensar sobre lo que me queda de sprint? Me subo a la montaña. Porque desde lo alto todo se ve más claro.

Y porque siempre llevo buena compañía.