Mi Año Nuevo no ha comenzado todavía. Está en ciernes, a la espera de traspasar esa curvatura lunar que la contiene. Cuando sea alumbrada, pequeña y luminosa, será cuando cuente doce campanadas mientras abrazo a mi mujer. Ahí arrancará mi 2023.
Todos los nuevos propósitos que suelen acompañar estas fechas están silenciados, boquiabiertos. Admiran con ternura y callan porque se saben pálidos y nimios ante esa nueva criatura que viene.
Hay un gozo tenso en nuestro hogar, y es que Ariadna (ese será su nombre), se puede derramar ya en cualquier momento. A este otro lado de la orilla la esperamos y recibiremos.
Cuando en estos días me preguntan cómo se presenta el 2023, callo y sonrío. Voy a hacer el mayor hueco posible entre mis brazos para acogerlo como venga.