Invocando a las garzas

Llevamos 2 días viviendo en el paraíso: una casa estupenda, en una isla increíble y un tiempo inmejorable. En la habitación, había una bañera en mitad. No la estábamos usando y me daba rabia dejarla desaprovechada. Fue la primera vez que he buscado una foto seria usándome de modelo. Retorciendome en la bañera, con el disparador, buscaba algo aceptable.

Hasta que junto a la bañera me fije en los flamencos.

Día 3. 7:15 de la mañana. Un pájaro había cantado todos los días sobre nuestra cabaña alegrándose de que salía el sol. Nosotros no tanto. El tercer día, completamente enajenado, decido que por lo menos voy a dispararle figuradamente con la cámara. Allí estaba, el pequeño mal nacido, tan contento. Esa foto está en este otro post, pero la historia continúa. Había salido tan rápido que no llevaba calzado.

7:30 de la mañana, seguramente ya he despertado a mis compañeros de habitación, pero no quiero volver y cerciorarme de ellos. Así que descalzo, porque sólo me habría preocupado de coger la cámara, decido hacer tiempo en la playa.

Y aquí estaba ella:

No soy supersticioso, pero benditas casualidades. Como si lo hubiera invocado, había pasado de fotografía una “garza”, a tenerla delante.

Marea baja, mar en calma. Durante más de media hora caminamos en paralelo vigilándonos. Cuando emprendió su camino de vuelta, yo emprendí el mío hacia casa.

14 horas después, con un par de micheladas en el cuerpo, les dije a mis compañeros que me apetecía un rato mirando las estrellas. Y allí estaba esperándome.

Es de esos momentos en los que me alegro de llevar siempre una cámara conmigo.