Muchas veces he hablado de la magia disparar en analógico. Entre otras cosas, parte de esa magia radica en la expectación de no saber a ciencia cierta qué te vas a encontrar en un carrete, el misterio de llevar a revelar un rollo que has tardado semanas o meses en terminar o que tenías olvidado en la bolsa de la cámara desde las últimas vacaciones.
Llevaba un par de semanas esperando los escaneados de mi primer carrete en 110, ese que disparé un poco al tuntún, a ver qué salía. Se hicieron de rogar pero llegaron en el momento más oportuno. En estos días de encierro, miro estas fotos de cuando vivíamos despreocupados y me embarga la emoción.
Volveremos a la normalidad, a reir y a festejar, ojalá más fuertes, más unidos.
Ojalá más conscientes de la suerte de tenernos.