Un ser de verano

Vengo aquí con poca inspiración pero con ganas de enseñar algunas fotos. Por eso, le pido amablemente a Chat GPT que me dé ideas para un texto sobre el frío y el hielo. La máquina se pone a hacer una disertación sobre el origen de los glaciares y yo me aburro soberanamente después de leer las dos primeras frases. Así que decido no copiar nada y escribir sobre cómo me siento ahora mismo.

Me siento nerviosa por todo lo que está pasando y todo lo que queda por pasar. Me siento a gusto en casa, porque miro al horizonte y veo dos gatos dormitando en el sofá. Me siento frustrada con Chat GPT y contenta con las fotos que hice en Argentina. Me siento con ganas de escribir sobre mi relación con el hielo.

Yo antes era una mujer de frío y según me he ido haciendo mayor me he convertido en un ser de verano —no, no soy fan de los cuarenta grados de Madrid en agosto, lo que me gustan son los julios de Estepona, con sus noches llenas de viento fresco—. Aún así, el hielo tiene algo que me hipnotiza, todavía más cuando tiene un tamaño descomunal, grande como una isla, enorme como un océano.